Por Ngô Đình Lệ Quyên
¿Qué son las migraciones forzadas? Son, sobre todo y esencialmente, una prueba. Quizás la más extrema que una persona deba superar.
Un salto en el vacío, un viaje al fondo de la noche, a lo más profundo de nosotras mismas.
Con un irrenunciable fardo di tribulaciones y traiciones, una desoladora visión de oportunismos e infamias. Y al lado, siempre e inexorable, la muerte. Con el peso opresor de un día sin cielo, a la espera de un velado y lejanísimo mañana.
Al final del viaje, largo come un túnel sin luz, todavía se puede descubrir una piedra preciosa, una flor escondida: la liberación del miedo, de lazos materiales y afectivos.
Y llegar a una tierra que nos descubre nuevas, diferentes. Quizás mejores. No obstante el viaje no fuera elegido, ni querido.
En ese salto en el abismo profundo, oscuro de la vida, para quien no quiera ser víctima de la historia, incluso antes que de los hombres, la única brújula que se puede seguir es la búsqueda de lo absoluto, el gusto por lo excelente, allí donde nos lleve el destino. Aunque sea al otro extremo del mundo.
Avanzando, capaces de mirarse dentro sin hundirse, ni venirse abajo. Fieles al pasado, pero sin ser prisioneras del ayer. En equilibrio solitario, entre dos mundos, dos dimensiones. Con tempo provechoso para reelaborar, en silencio meditativo, con una oración, por el crecimiento interior.
Para comprender, por fin, después de un largo y doloroso viaje, que se puede perder todo y no perderse. Sostenida y reforzada con el sentido, la vida puede entonces fluir de nuevo, hacia su destino.