“Mientras veía mi casa ser devorada por las llamas, sólo le pedía a Dios una cosa”, dijo Sohiba Mamatova. “Que mi esposo saliera con vida”. Y sobrevivió, aunque fue seriamente golpeado por una muchedumbre en la calle. Esto era Kirguizistán en junio de 2010, cuando la violencia étnica puso a vecinos contra vecinos.
Sohiba, 43, escapó con su hijo adolescente mientras que su esposo distraía a la muchedumbre. Sus otros tres hijos ya habían huido. Cuando la familia se reunió y pudo volver a casa, no quedaba nada; ni siquiera las plantas que Sohiba, ávida jardinera, había cuidado con tanto cariño. La familia vivió durante varios meses en una tienda de campaña, rodeada de escombros y ceniza, temiendo el glacial invierno centroasiático.
Representantes de Caritas Tayikistán, Caritas Alemania y Catholic Relief Ser vices de Estados Unidos, se unieron para llevar a cabo un análisis inicial. Luego de entregar la ayuda inmediata, los miembros de Caritas se pusieron a trabajar para ayudar a las víctimas a reconstruir sus vidas. Le ofrecieron albergue a Sohiba y a su familia, les pagaron a las empobrecidas víctimas de la violencia para que limpiaran los escombros y construyeran viviendas provisionales. Conforme se iban despejando los escombros, Sohiba volvía a ver algunas de sus plantas. No estaban en buenas condiciones, pero parecía que algunas habían sobrevivido.
Sohiba las cuida mientras prepara la comida en la cocina al aire libre que tiene ahora, y se preocupa por el efecto que esto tendrá para sus hijos. Apenas acaba de dejar de tener pesadillas sobre la violencia. Las plantitas le dan esperanza. Aunque Sohiba lo ha perdido casi todo, dijo: “Le doy gracias a Dios que tenemos un hogar y rezo todos los días para que tengamos un mejor futuro. Al igual que las flores crecerán, el futuro será prometedor ”.
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