Dimensiones espirituales y éticas por las que nos ocupa el cambio climático

Ante el cambio climático el Cuidado de la Creación

Las reflexiones teológicas sobre el Cambio Climático son necesarias y urgentes para discernir el encargo de la creación dado por Dios al hombre y también sobre el mandato justo de labrar la tierra de la que ha sido tomado (Gn 3,23).

Hoy al contemplar nuestros cielos y tierra, nuestra sensibilidad debe agudizarse para descubrir los signos que urgen nuestra cooperación como comunidades religiosas. Que nuestras discusiones no nos ahoguen, sino ayuden a que emerja una balsa común de respuestas creativas, acciones comprometidas y fraterna solidaridad ante el Cambio Climático.

El estruendo de la maquinaria del desarrollo, los espejismos de las economías y los vertiginosos ríos del consumismo, no debe distraer nuestra capacidad para escuchar y atender los gritos y gemidos de dolor de la creación; a este coro de lamentaciones se incluye la misma voz de la humanidad.

Nos encontramos en una crisis ética y moral, porque el cuidado del medio ambiente se diluye cuando nadie ve responsabilidad en ello. La tierra es de todos y a la vez de nadie, no hay un dueño absoluto y eso nos hace pensar que deben ser otros los que resolverán el problema. Se trata de un estilo de pensar individualista, que mientras no sucedan efectos directos profundamente evidentes no habrá la aceptación de una responsabilidad compartida.

Vemos cómo la extrema pobreza y la desafiante desigualdad marcan el resultado de negociaciones que siguen la inercia de anteponer los intereses particulares de una minoría a las necesidades de comunidades en vías de desarrollo. Además, la pobreza que ya es emergencia en nuestros pueblos, es más asfixiante todavía cuando sobre vienen emergencias a causa de las condiciones climáticas.

A las medidas de mitigación ampliamente estudiadas, es posible que desde nuestras religiones, credos y expresiones de fe, colaboremos a reducir las emisiones del egoísmo humano a cero. Apelemos al corazón y a las entrañas de cada hombre y cada mujer con particular atención a los que integran los gobiernos y tejen las economías, por un cambio de mentalidad y actitudes más humanas, para que en el momento en que deciden y operan sus políticas y sistemas no descuiden la vida de la humanidad y del planeta.

Deseamos un futuro sostenible para todo el mundo, para nuestros pueblos en América Latina y El Caribe, en África, en Asia y en Oceanía.

Nuestra fe en el testimonio de las primeras comunidades cristianas, nos da ejemplo de que ponían en práctica acciones para que nadie pasara necesidad. Nuestro mismo Señor Jesucristo, nos previene sobre el juicio que se nos abrirá y las pruebas de defensa están hoy en nuestras manos, tiene que ver con lo que hacemos o nuestras omisiones con el que pasa hambre y sed, con el que peregrina sin techo, con el desnudo y desvalido, con el enfermo y el preso (Cfr. Mt 31-46), toda atención a estos hermanos pequeños y excluidos, es real atención al mismo Rey y Señor.

Es así que nuestra espiritualidad ha de transformar nuestros actos.

Es la espiritualidad que sigue el estilo de Jesús, descrita en la figura que él plasma en el pasaje del Samaritano que no evade al hombre víctima de un ambiente hostil, al tirado en el camino, que es herido y despojado, al cual se acerca con actitud segura sin omitir cuidado alguno, y más aún, volvería a acompañarlo subsidiariamente hasta su reincorporación; hasta ponerse de pie.

Análogamente esta misma espiritualidad es la que convierte nuestras mentes y corazones para amar el don de la Creación y salir a su rescate, sin olvidar que en esta obra de Dios está también la humanidad. Por estos motivos guarda estrecha relación con el cuidado de la Creación el trabajo por la paz, la ética y la educación, el desarrollo.

Es importante tomar en cuenta el mensaje de Su Santidad Benedicto XVI en la celebración de la XLIII Jornada Mundial de la Paz, del 1 de enero de 2010, en donde el tema fue SI QUIERES PROMOVER LA PAZ, PROTEGE LA CREACIÓN, Señala el Papa, la gran importancia que tiene lo “creado”, puesto que “la creación es el comienzo y fundamento de todas las obras de Dios” y su salvaguardia se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacífica de la humanidad, por lo que es indispensable que la humanidad renueve y refuerce «esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos» (No. 1).

Para el Papa “la crisis ecológica, brinda una oportunidad histórica para elaborar una respuesta colectiva orientada a cambiar el modelo de desarrollo global siguiendo una dirección más respetuosa con la creación y de un desarrollo humano integral, inspirado en los valores propios de la caridad en la verdad. Por tanto, desearía que se adoptara un modelo de desarrollo basado en el papel central del ser humano, en la promoción y participación en el bien común, en la responsabilidad, en la toma de conciencia de la necesidad de cambiar el estilo de vida y en la prudencia, virtud que indica lo que se ha de hacer hoy, en previsión de lo que puede ocurrir mañana” (No. 9).

En la respuesta al Cambio Climático no es el miedo a las sensaciones de fatalismo las que nos paralicen o muevan a actuar, sino el profundo respeto a la dignidad de la persona humana y el amor a toda la Creación. Estamos tatuados en el corazón de Dios, su ternura de Padre no nos abandona (Sal 21,10; Is 49,15). Si Él no olvida a los pajarillos, los alimenta y viste a los lirios del campo, con mayor razón mirará por nosotros, pues a imagen y semejanza suya nos formó. Nuestra confianza en la providencia divina que gobierna el universo con firmeza y suavidad tiene que ver con la responsabilidad de buscar construir el Reino de Dios ahora, en su justicia, paz y amor.

En América Latina se ha venido reflexionando el tema, en el discurso inaugural de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, celebrada en Puebla en 1979, el Papa Juan Pablo II nos decía sobre la “inversión de valores como la raíz de muchos males…”, entre los que se destacan: el consumismo con su ambición descontrolada de tener más, va ahogando al hombre moderno y lo cierra a las virtudes evangélicas del desprendimiento y la austeridad…”

Ya en el documento con el mismo nombre (Puebla, 1979) los Obispos anotan claramente la preocupación por el daño provocado al medio ambiente:

“Si no cambian las tendencias actuales, se seguirá deteriorando la relación del hombre con la naturaleza por la explotación irracional de sus recursos y la contaminación ambiental, con el aumento de graves daños al hombre y al equilibrio ecológico” (No. 139).

Más adelante (en el No. 327) los obispos vuelven a insistir en que el dominio, uso y transformación de los bienes de la tierra, de la cultura, de la ciencia y de la técnica, se vayan realizando con un justo y fraternal señorío del hombre sobre el mundo, teniendo en cuenta el respeto de la ecología.

Vuelven sobre el tema (en el No. 1236), para exhortar a la preservación de los recursos naturales creados por Dios para todos los hombres, a fin de transmitirlos como herencia enriquecedora a las generaciones futuras. Esto último también lo tratará el Papa Benedicto en el Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz (No. 8), del 1 de enero de 2010, “La solidaridad universal, que es un hecho y beneficio para todos, es también un deber. Se trata de una responsabilidad que las generaciones presentes tienen respecto a las futuras, una responsabilidad que incumbe también a cada Estado y a la Comunidad internacional».

Qué ha pasado en México después de Cancún

Después de la COP16[1] celebrada en diciembre del año pasado (2010) en Cancún, México, sabemos que se vertieron grandes esfuerzos, pero aún quedamos en espera de que se suscriban compromisos serios, que se deje a un lado la falta de voluntad y tímida planeación de estrategias que impulsen acciones capaces de revertir el daño hecho a nuestro espacio vital. No se puede esperar más débiles respuestas, insostenibles, sólo paliativas, se requiere dar pasos de auténtica justicia climática.

La Iglesia mexicana a través de la Pastoral Social Caritas viene trabajando el tema desde hace varios años, sin duda haber participado en la COP16 sirvió de impulso para enfatizar la atención a las emergencias, la promoción de la parroquia como comunidad de comunidades que anima en el cuidado de la creación, proporcionando insumos para la catequesis, abriendo espacios para la reflexión con las instancias de gobierno, universidades y organizaciones de la sociedad civil, impulsando una investigación sobre pobreza, desigualdad y cambio climático que culminarán en una edición impresa. Participa conjuntamente con las Caritas de Centro América en gestión comunitaria para la reducción del riesgo en desastres y respuestas estratégicas ante el cambio climático.

Escenarios de cambio climático

Estamos en los primeros actos de una obra que escriben nuestras manos. En el caso de América Latina y El Caribe. Los fenómenos climáticos adversos proyectados bajo los escenarios de cambio climático nos refieren eventos extremos de sequías y tormentas más frecuentes e intensas. Los modelos climáticos actuales todavía no logran anticipar con precisión cuándo y dónde ocurrirán.

Escuchamos en la voz de los indígenas y campesinos: -La tierra está confundida, esperamos una cosa y sucede otra, un día se caen del cielo todas las nubes, al otro día nos quema el frío o el calor, nosotros sufrimos con ella y nos duele abandonarla en su agonía, porque es más difícil para ella dar frutos y tenemos que buscar comida en otros pueblos-.

Para nuestra zona de México y países de Centro América, los llamados a la solidaridad en emergencias ya no son en singular sino en un colectivo de países. Tenemos escenarios de incremento de la vulnerabilidad y eventos extremos; deforestación y pérdida de ecosistemas; disponibilidad del agua, sequía, olas de frío o de calor; se suman daños sobre la salud humana; afectación de la vida y cultura de los pueblos indígenas y comunidades afro descendientes; daños severos a la infraestructura; más pobreza y desigualdad, más desempleo. En nuestros países, la lacerante experiencia de migración forzada por la pobreza se incrementará por la fuerza de los desplazados climáticos. La paz será quebrantada en nuestros pueblos a la que ya atentan otros factores.

Sobre la inseguridad alimentaria por daños y baja productividad agrícola estamos experimentando que al cambiar el clima, cambiarán los alimentos que producimos y los patrones de consumo y tipos de nutrición de la población también se verán modificados, bajo este contexto consideramos que el término seguridad alimentaria usado como un principio básico de erradicación de la pobreza debe ser trascendido, porque asegurar que todos tengan para comer no significa de ninguna manera superar la condición de pobreza y obtener la tan necesaria soberanía alimentaria que deberá librarse de especulaciones, monopolios, dependencias y otras formas de dominio. Deseamos que la tierra vuelva a las manos del campesino y que aprendamos a tratarla, como ellos, con respeto y colaboración.

En México, la vulnerabilidad de la población a los efectos del clima es grande. En estos momentos 70% del territorio está sufriendo sequía, especialmente en el norte de nuestro país, mientras que en el sur, las constantes lluvias con frecuencia culminan en desastres, se pierden cosechas y muchas familias y comunidades llegan a perderlo todo, exponen su vida.

Una de nuestras propuestas está en dedicarnos a la transformación de nuestros hábitos y estilos de vida. Es el tiempo de pasar del discurso a realizar acciones que den testimonio de una necesidad sentida de cambio. Modificar nuestros estilos personales y comunitarios de consumo, hacer uso de energías alternativas y renovables. Hacer de nuestra casa, trabajo y oficina, parroquia, espacios comunes de tránsito, formación y convivencia, lugares donde se respete y procure el cuidado del medio ambiente.

Pbro. Patricio Enrique Sarlat Flores

Secretario Ejecutivo de la

Comisión Episcopal para la Pastoral Social – Caritas, México


[1] La COP16/CMP6 es la 16ª edición de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y la 6ª Conferencia de las Partes actuando como Reunión de las Partes del Protocolo de Kyoto.

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