Los niños sirios aprenden la esperanza

La crisis siria corre el riesgo de crear una generación perdida de niños. Foto de Alession  Romenzi / Caritas Suiza.

La crisis siria corre el riesgo de crear una generación perdida de niños. Foto de Alession Romenzi / Caritas Suiza.

Había una vez en Siria, calidad en la educación y eso era realmente un orgullo nacional. La matriculación escolar entonces, en primaria, llegaba al 97 por ciento, además dos tercios de los niños iban a la escuela secundaria y el índice de alfabetización superaba la media regional: “Incluso había profesores que acompañaban a las comunidades nómadas en sus viajes. Éramos unos de los países más avanzados de Medio Oriente”, confirma el Presidente de Caritas Siria, Mons. Antoine Audo.

Todo eso ha quedado barrido por tres años de conflicto: “La guerra nos han hecho retroceder de muchos años”, dice el Presidente.

Hoy en día, hay 4,8 millones de niños sirios en edad escolar. Dentro del país, 2,2 millones de ellos no están escolarizados. Más de medio millón de niños, refugiados en otros países, no van al colegio: “Ir al colegio exige una cierta estabilidad”, dice Mons. Audo.

Un quinto de las escuelas de Siria no se pueden utilizar, porque han sufrido serios daños estructurales o porque se utilizan como refugio para los desplazados. Ante el miedo a los secuestros o la violencia, muchos padres prefieren mantener a sus hijos en casa. Mientras que en las familias que han sufrido por el colapso económico del país, los niños tienen que trabajar, mendigar, vender objetos por la calle o incluso se ven involucrados en la delincuencia.

Los niños de los campamentos del Líbano no tienen dinero para la escolarización. Foto de Anja Pietsch, Caritas Suiza

Los niños de los campamentos del Líbano no tienen dinero para la escolarización. Foto de Anja Pietsch, Caritas Suiza

“En Aleppo, Caritas Siria está ayudando a 2.300 estudiantes con la matrícula y el transporte, con el fin de que puedan ir al colegio o a la Universidad. Las necesidades exceden ampliamente nuestras posibilidades de ayuda”, dice Mons. Audo.

En los países con refugiados sirios, los retos de la educación son diferentes, pero también difíciles: “Teníamos nuestro hogar y una vida tranquila. Nuestros hijos, Khaled, Muhammed, Amal y Lana, iban al colegio cada día”, dice Fawaz, un refugiado de Damasco, que ahora está en Jordania.

Fawaz no tiene permiso de trabajo en Jordania. Él nos dice que solo tiene dinero tiene para pagar el alquiler y no puede permitirse el lujo de escolarizar a sus hijos.

En 2012, una encuesta de Caritas Jordania indicaba que solo el 56 por ciento de los niños en edad escolar estaba matriculado en un colegio: “Con un número cada vez mayor de sirios que llegan a Jordania, nuestro sistema escolar no fue diseñado para hacer frente a este incremento en el número de estudiantes”, dice Laith Bshart, Responsable de Proyectos de Emergencia de Caritas Jordania.

También hay un gran obstáculo para los niños sirios que quieran ir a un colegio público en Jordania: los niños tienen que inscribirse y eso les resulta imposible, porque sus padres entraron ilegalmente en el país. Además, no tienen dinero para el transporte, ni tampoco para los libros.

Un asistente social de Caritas consiguió encontrar una plaza para Farah, en un colegio de Trípoli. Foto de Caritas Líbano.

Un asistente social de Caritas consiguió encontrar una plaza para Farah, en un colegio de Trípoli. Foto de Caritas Líbano.

Caritas Jordania intensifica cada vez más su trabajo. Una de sus áreas de atención prioritaria es el preescolar, porque los refugiados sirios no tienen la oportunidad de ir a un jardín de infancia. Los pequeños reciben educación oficial, aprenden el alfabeto y las formas. Se cuentan cuentos, bailes, canciones y poesías.

Para los niños más grandes, hay sesiones de orientación, noches de ‘vuelta al colegio’, ceremonias de graduación y excursiones en verano. Con el fin de crear una pauta normal. Esto permite también a Caritas comunicar mensajes positivos sobre la paz.

Farah, una niña de trece años, escapó de Siria al Líbano, junto a su madre y su hermana. Ahora viven en Trípoli, en un piso pequeño, con escasos medios de sustento.

Farah ya ha aprendido las dificultades de la vida: sufre una enfermedad del hígado que no le ha dejado crecer como a la mayoría de las niñas de su edad, así mismo, padece de escoliosis (una curva anormal en la espalda) que le impide andar con normalidad.

Su familia tiene que paga 300 USD para importar unos medicamente especiales de Suiza. Con eso y el alquiler del pequeño piso, la familia no podía permitirse el lujo de mandar a la niña al colegio.

Una asistenta social de Caritas supo su caso y ayudó a Farah a encontrar un colegio, a pagar la matrícula, el material escolar y el transporte. Farah está muy contenta con poder ir al colegio público El Samakiah.

Farah es una de las afortunadas que pueden recibir una educación. En Líbano, hay más de un millón de refugiados sirios, la mitad de ellos son niños y el 90 por ciento de ellos no va al colegio.

Niños sirios que aprenden la esperanza, en una clase del Colegio Latino Ader-Karak, en Karak, financiado por Caritas Jordania. Foto de Andrew McConnell para CRS.

Niños sirios que aprenden la esperanza, en una clase del Colegio Latino Ader-Karak, en Karak, financiado por Caritas Jordania. Foto de Andrew McConnell para CRS.

La pobreza es un factor, aunque no es determinante, según Mirella Chekrallah, Responsable del Departamento de Educación del Centro de Migrantes de Caritas Líbano: “Los sirios consideran la educación una gran prioridad. Los padres se quedarían sin comer, si eso les permitiera escolarizar a sus hijos”, nos comenta ella.

Solía ser muy difícil poder inscribir a los niños sirios en las escuelas libanesas. Sin embargo, desde enero, el Gobierno libanés ha empezado a permitir el turno doble en las escuelas primarias, por eso, los niños refugiados pueden escolarizarse en el segundo turno de algunas escuelas.

Caritas Líbano es una de las pocas organizaciones que permite el acceso a la educación oficial a los niños sirios. Los asistentes sociales sirios encuentran a los niños y Caritas se asegura de que estos se inscriban a la escuela, les consigue los uniformes, los libros y el transporte para poder ir al colegio.

El sistema tiene algunos inconvenientes: es caro y los niños sirios no se mezclan con sus compañeros libaneses en el turno de tarde. Sin embargo, mientras las buenas noticas escasean, el hecho de que Caritas esté ayudando a escolarizar a 65.000 niños ¡es algo que hay que celebrar!

Caritas Líbano también facilita la escolarización de 1000 niños con dificultades de aprendizaje y pone en marcha programas de ‘Aprendizaje acelerado’ para niños fuera de la educación oficial.

Caritas tiene como objetivo facilitar un medio ambiente normal para que los niños sirios aprendan. Foto de Caritas Jordania.

Caritas tiene como objetivo facilitar un medio ambiente normal para que los niños sirios aprendan. Foto de Caritas Jordania.

“Es sorprendente lo rápido que aprenden los niños. La educación es tan fácil de conseguir, si tuviéramos más recursos para responder a las necesidades de todos los niños”, dice Mirella Chekrallah.

Incluyendo el trabajo de Caritas, la Iglesia católica ha destinado 17 millones de USD a programas de educación para los niños sirios, en los últimos 3 años.

Mientras en el horizonte no se ve un final cercano de la crisis de Siria, Caritas sigue trabajando para asegurarse de que una generación no pierda su oportunidad de aprender: “Sin la educación, se incrementará la pobreza, el fanatismo y la delincuencia. Tenemos que reconstruir Siria y eso empieza con la educación”, afirma Mons. Audo.

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