Para Rahel, 34, y su familia en Sebeya, una aldea en una de las áreas más afectadas por la sequía en la frontera entre Etiopía y Eritrea, cada día es una lucha por sobrevivir.
Su esposo es soldado y a menudo está mucho tiempo fuera de casa, así que, cuando puede encontrar trabajo, ella trabaja como jornalera para alimentarse a sí misma y a sus dos hijas, Danait y Melat.
“Este año ha sido el peor de todos. Casi no entra dinero en la casa, si es que entra”, dijo Rahel. “No ha habido lluvia, no ha habido cosechas. La tierra se quedó como un desierto, sin ofrecernos nada”.
La mayoría de etíopes depende de la agricultura y la ganadería para alimentar a sus familias y ganarse la vida. Sin embargo, el empeoramiento de las sequías, las lluvias irregulares y la mala calidad del suelo debido al pastoreo excesivo y a la deforestación, han tenido un impacto devastador.
La demanda de ayuda ha aumentado dramáticamente. Ahora, más de 10,2 millones de personas necesitan ayuda alimentaria de emergencia, 1,2 millones de mujeres y niños necesitan ayuda alimentaria suplementaria, 400.000 niños padecen de desnutrición severa.
Caritas Etiopía (el Secretariado Católico Etíope) les está dando dinero en efectivo a familias vulnerables, al mismo tiempo que ofrece dinero por trabajo como cisternas de agua y presas, apoyo con semillas, agua y salubridad.
En una buena temporada de cosecha, Rahel puede ganar entre 250 y 300 birr (11US$-13US$). Este año sus ingresos han caído a menos de la mitad de esa cantidad. “Apenas logramos sobrevivir”, dijo Rahel. “Tengo que hacer todo lo que puedo para asegurar que sobrevivimos”.
Rahel ha ganado un poco de dinero vendiendo huevos, pero ha dependido del apoyo de Caritas. Acaba de tomar parte en un esquema de “dinero por trabajo” en la presa local que está recolectando agua de lluvia de la escorrentía de la montaña para la comunidad.
Pasa apuros para ganar suficiente dinero para alimentar a sus hijos. “Es lo peor para una madre, ver que tus hijos están perdiendo peso, adelgazando, para mí es muy deprimente”, dijo. “Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que comimos tres comidas al día”.
El P. Solomon, de la oficina diocesana de Caritas en Adigrat dijo: “Estamos llegando a los más vulnerables en las comunidades con transferencias en efectivo y dinero por trabajo. Estamos llevando ayuda a donde se necesita, pero lo estamos haciendo de tal forma que le dé dignidad a la persona”.
“La gente no quiere depender de la ayuda, pero la severidad de esta sequía ha puesto a prueba sus estrategias para soportar la situación”, dijo. “Sabemos que, si podemos darles de comer a todos los niños a la hora del almuerzo, sería reconfortante para los muchos padres que están pasando apuros para poder alimentar a sus hijos.
Únicamente 1 por ciento de los 96 millones de habitantes de Etiopía son católicos y la Iglesia católica es el segundo mayor proveedor de salud y educación en el país, después del gobierno.
El P. Solomon dijo que muchos de los 210 alumnos de la escuela primaria parroquial local Santísima Trinidad (Holy Trinity), incluyendo a la hija de Rahel, Danait, habían estado padeciendo niveles alarmantes de hambre hasta que la Iglesia intervino y evitó que dejaran los estudios.
“Algunos niños caminan hasta por dos horas para venir a la escuela, muchos de ellos llegaban sin haber desayunado. Estaban hambrientos y no podían dar todo de sí en clase”.
Ahora, en la escuela reciben un cuenco de gachas de maíz y alubias, que no sólo les da una comida sino les quita presión a las familias que no tienen suficiente qué comer.
Herit es una agricultora en la aldea de Arato. Divorciada de su esposo, tiene cinco hijos y los menores – de 15 y 9 años – viven en casa con ella. La Caritas diocesana en Mekelle le está proporcionando ayuda alimentaria, ya que ella no puede cultivar nada para alimentarse a sí misma y a su familia esta estación.
El programa de transferencias de efectivo es una cuerda de salvamento para Herit. Los 477 Birr (22US$) que recibe le permiten darle de comer a su familia. “Si no recibiera esta ayuda, mis hijos y yo estaríamos muertos. Gracias a que he podido comprar esta comida, mis hijos viven y estamos sobreviviendo”, dijo.
El anciano Baraki Gebrai-Woldu, que ha visto muchas sequías en el pasado, dijo que la última es particularmente severa, ya que los agricultores no han logrado una cosecha en dos estaciones. “Ni un sólo agricultor en el área ha cosechado un kilo de grano, ni una cascarilla para el ganado”, dijo.
Shiferaw Mamo, coordinador del programa humanitario del Secretariado Católico Etíope (Caritas Etiopía), dijo que la cantidad de personas necesitadas es alarmante. Su oficina ha estado trabajando con agencias católicas para coordinar una respuesta conjunta a la emergencia.
“Podemos hacer esta labor porque nos hemos unido con nuestros hermanos y hermanas de Caritas y trabajar juntos. El compartir habilidades, pericias, la solidaridad que se ha demostrado hacia nosotros nos da la capacidad de llegar a las comunidades afectadas más necesitadas.
En 2011, Etiopía y otros países en el Este y el Cuerno de África – concretamente Kenia y Somalia – fueron afectadas por una devastadora sequía. Shiferaw cree que la sequía que Etiopía está experimentando actualmente es aún peor.
“La gente simplemente no ha podido cultivar nada. Nuestro trabajo es ‘cerrar’ la brecha y simplemente asegurar que la gente no pase hambre y tenga suficiente qué comer en las próximas semanas”.
A Shiferaw también le preocupan las implicaciones a largo plazo del cambio climático y lo que este significará para Etiopía.
“El Papa Francisco no ha dado instrucciones, nos ha llamado a cuidar de nuestro planeta”, dijo. “Si no nos detenemos a pensar en la gravedad del cambio climático, la situación simplemente empeorará”.
“Debemos salvar vidas”.
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