Los niños refugiados rohingya necesitan ayuda urgentemente en Bangladés

“Hace seis días, el ejército atacó nuestro pueblo. Disparaban por todas partes. Le dispararon a mi esposa en la espalda y la mataron”, nos cuenta Abdul Rahman, un refugiado rohingya que huyó de Myanmar hacia Bangladés. El viudo de 21 años lleva en brazos a su bebé, de cuatro meses: “El bebé no deja de llorar. Le estoy pidiendo a las madres lactantes que me ayuden con la alimentación, pero estoy muy preocupado. No sé si sobrevivirá. No tenemos comida. No tenemos nada”, dice.

Abdul Rahman, de 21 años, con su hija de cuatro meses, Sangida, después de que su madre fuera asesinada a tiros, por soldados birmanos, mientras trataba de huir a Bangladés.

Casi 400.000 personas han huido de la violencia en Myanmar, hasta Cox’s Bazar, en Bangladesh. Viven en campamentos improvisados, refugios provisionales, en aldeas o a la intemperie. Dependen totalmente de la ayuda humanitaria, el agua potable escasea y las instalaciones sanitarias son terribles.

Una ladera verde frondosa se transforma, en cuestión de horas, en un campamento de refugiados. “Por todas parte donde mire hay hombre arrastrando palos de bambú, que utilizan para construir refugios”, afirma el fotógrafo Tommy Trenchard, que está con un equipo de Caritas Bangladés.

Un rickshaw pasa con un altavoz diciendo que hay una niña desaparecida de 7 años. No se sabe nada de ella desde hace cuatro días. De los que cruzaron, cuando se intensificó la violencia en agosto, se cree que unos 200.000 son niños. Están en una situación de riesgo increíble y necesitan ayuda urgente.

Los refugiados rohingya recién llegados se refugian dentro de unas tuberías de drenaje, en un área de recepción, en el sur de Bangladesh.

“Muchas personas tienen heridas de bala”, dice Trenchard. “A un niño le dispararon en el hombro. Otro tenía dos tiros en el brazo y un tercero se movía con muletas, porque le fue amputada una pierna”.

En el campamento de Kutupalong, cada tienda contiene diferentes historias de horror, a través de la frontera. “No tenemos nada”, dice una recién llegada al campo, que huyó de su aldea, en el distrito de Mangdu, cuando los soldados llegaron y comenzaron a disparar. “Lo único que trajimos fue la ropa que llevamos puesta. Mataron a mi hijo. Sólo tenía 25 años”.

Muchachas intentando conseguir alimentos, durante la distribución por una organización voluntaria, en el campamento de Kutupalong.

Un hombre explica que estuvo caminando por la selva más de dos semanas, después de que los soldados atacaron su ciudad matando indiscriminadamente. Entre los muertos estaban su padre y su hijo: “Caminamos un largo camino”, dice. “Cada vez que veíamos al ejército, teníamos que escondernos. Y no teníamos dinero para comida. Algunos días no comimos nada”.

Mirando al otro lado del río Naf, en Myanmar, hay columnas de humo que se elevan de las aldeas incendiadas, mientras que los rohingya, desesperados, llegan hacinados en barcos de madera. Se cree que otras 400.000 personas se están desplazadas dentro de Myanmar, donde las agencias de ayuda humanitaria no tienen acceso.

Los refugiados rohingya del distrito de Mongdu, en Myanmar, llegan a la isla de Shah Porir Dwip, en Bangladés, huyendo de la violencia.

“Tuvimos que pagar 10.000 takas para que el barco cruzara a Bangladés”, señala Dilda Begum, de 38 años, de la aldea de Udong, en el distrito de Mangdu. “Llegamos aquí antes de ayer y ayer construimos este refugio. No trajimos nada. Solo pude agarrar a los niños y salir corriendo”.

Los niños yacen en el suelo, con fiebre. “Los soldados vinieron a nuestra aldea y empezaron a saquearlo todo. Mientras nos íbamos, pasamos por tres aldeas más, todas en llamas. A las afueras de un pueblo fronterizo, los soldados dispararon a mi padre”.

Dilda Begum y uno de sus hijos enfermos.Caritas Bangladés ha realizado evaluaciones rápidas, en las zonas fronterizas, y ha llevado a cabo entrevistas a familias rohingya. El personal de Caritas afirma que las necesidades inmediatas son alimentos, agua,  saneamiento, refugio, medicamentos y medidas de protección para los niños.

“Podíamos ver nuestras casas ardiendo, desde el otro lado del río”, relata Mohamed Alamgir, de 27 años. Su familia entera, incluyendo a Sumaya, de un año, está enferma. “No tenemos mucho dinero, por eso, la comida es un problema para nosotros”, comenta él.
Caritas Bangladés planea distribuir alimentos y artículos no alimentarios a 70.000 rohingya. Cada familia recibirá 15kg de arroz, 2kg de arroz prensado, 3kg de legumbres, 1kg de sal, 1kg de azúcar y 1ltr de aceite comestible, así como utensilios de cocina.

Un bebé rohingya llorando mientras su hermana intenta lavarlo, en el campamento de refugiados de Kutupalong, en el sur de Bangladesh.

“Hay cientos de miles de personas que han sido forzadas a abandonar sus hogares. No tienen nada. Es una situación trágica, tanto dentro como fuera del país”, comenta el secretario general de Caritas Internationalis, Michel Roy.”La violencia y la agresión deben cesar. Las agencias humanitarias necesitan  acceso sin obstáculos. La dignidad de los rohingya debe ser reconocida”.

Rajida Begum, de 30 años, cunea a su bebé recién nacido. “El 30 de agosto vinieron y empezaron a disparar, especialmente a los hombres jóvenes y a los niños”, dijo. “Lloramos mucho. En cuanto tuvimos la oportunidad, huimos del pueblo con nuestros vecinos. Después de que nos fuimos, incendiaron nuestro pueblo. Durante cuatro días me escondí en el bosque, luego tratamos de caminar hasta la frontera. Estaba muy asustada”. Begum dio a luz el quinto día de viaje, bajo un trozo de plástico, en medio de un arrozal: cuando vi que la niña estaba sana, fui feliz y di gracias a Dios”.

Rajida Begum, 30 años, con su bebé de 14 días, que todavía no tiene nombre. Nació en un arrozal, mientras Begum huía del ejército birmano.

¿Quiénes son los rohingya?

Los rohingya son una minoría étnica que vive sobre todo en el estado de Rakhine, en la costa occidental de Myanmar, que practica el Islam. Han sido marginados y obligados a aceptar condiciones de vida precarias, en las zonas fronterizas de Bangladés y Myanmar durante décadas.

En la década de 1980, el gobierno de Myanmar negó a los rohingya su nacionalidad, alegando que su presencia en Myanmar no era legal. Desde entonces, se ha registrado afluencia de solicitantes de asilo rohingya en Bangladesh, especialmente durante períodos de persecución en Myanmar.

La situación de los rohingya empeoró aún más en octubre de 2016, cuando el Ejército de Salvación de Arakan Rohingya (ARSA) atacó por primera vez un puesto de policía en Myanmar, matando a nueve policías. La última crisis comenzó el 25 de agosto, cuando ARSA nuevamente lanzó múltiples ataques a puestos gubernamentales, en el estado de Rakhine, y las fuerzas de seguridad de Myanmar respondieron a los ataques.

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Todas las fotos son de Tommy Trenchard / Caritas

 

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