Sr. Aine Hughes is a peace builder for Caritas South Africa. She remembers the day when Caritas helped organise an alternative football World Cup in 2010.

Credits: Caritas

La Hna. Aine Hughes es una constructora de la paz de Caritas Sudáfrica. Ella recuerda el día en que Caritas ayudó a organizar una copa mundial de fútbol alternativa en 2010.

Una helada mañana de invierno, yo llegué a un tugurio que queda al borde de Pretoria cargando un cubo de ceniza. Los blancos restos de madera quemada se iban a utilizar para marcar las líneas en la cancha de fútbol.

En otras ciudades de Sudáfrica se habían construido estadios que habían costado miles de millones de rands y estaban llegando equipos de todas partes del mundo para jugar en la Copa Mundial 2010. Nuestro "estadio" era un campo de arcilla que los voluntarios limpiaron de piedras, malas hierbas y basura. Nuestras porterías estaban hechas con madera que habíamos encontrado tirada por ahí.

A mí se me ocurrió la idea de organizar en equipos a la gente que participaba en nuestro Programa de Caritas para la Construcción de la Paz para llevar a cabo un evento paralelo a la Copa Mundial. Así que Caritas y la Iniciativa de Paz Damietta armaron 16 equipos de África y uno de Francia para participar en un torneo: La Copa de Fútbol de la Paz.

El propósito del torneo era que la gente reflexionara sobre sí misma y reconociera el valor de otros. El mensaje era que, a pesar de las diferencias en el color de la piel, el idioma, la nacionalidad, el origen étnico y la religión, todos pertenecemos a una familia humana.

La Copa de la Paz se llevaba a cabo en un distrito segregado en donde hacía dos años había estallado la violencia xenofóbica. Sesenta personas murieron simplemente porque eran de una nacionalidad, raza o tribu diferente.

En los distritos segregados de Sudáfrica, la gente no tiene electricidad, por lo que no podían ver la Copa Mundial fácilmente. Sin embargo, su entusiasmo llevó el torneo a sus tugurios, ya que la gente de la comunidad internacional abandonó el lujo y la seguridad relativos de los estadios para disfrutar de los partidos que jugaba la comunidad desfavorecida.

Esa mañana de julio, mientras los niños mayores se empezaban a organizar en equipos ¡de pronto se dieron cuenta de que no tenían una pelota! Desaparecieron y volvieron con bolsas plásticas y trapos. Yo veía asombrada cómo los anudaban para hacer una pelota y empezar a jugar. Fue un recordatorio de que a veces la necesidad despierta creatividad e ingenuidad que de otra forma no se explotan.

Los miembros de la comunidad que crearon la cancha de fútbol con sus propias manos se sentían muy orgullosos y satisfechos. Era algo muy simple, pero que tenía profundas repercusiones para la comunidad.

Yo he estado trabajando en Sudáfrica durante más de treinta años y vi cómo el sistema del apartheid destruyó el valor propio y la autoconfianza de la gente. En el curso de trabajo en Caritas siempre me maravillo y me lleno de regocijo al ver cómo la gente se ha ido dando cuenta de que tiene el potencial y el poder de transformar sus propias vidas y sus propias comunidades.

Parte de mi trabajo es impartir talleres en todo el país para ayudar a la gente a descubrir cómo pueden utilizar sus recursos para ayudarse a sí mismos y a sus comunidades. Probablemente mi mayor dicha en mi trabajo es la inspiración que me dan los pobres, especialmente las mujeres, que están dispuestos a dar su "nada" para ayudar a alguien más. La gente a la que conozco a menudo tiene sed de espiritualidad y transformación.

La Copa de la Paz se jugó hasta el 3 de julio - justo antes de que terminara la verdadera Copa Mundial. Yo sentí un gran sentido de triunfo por la comunidad. Ellos han recuperado un sentido de dignidad y autoestima. Fue el primer paso para reivindicar su potencial y su poder para provocar un cambio en sus vidas.