En Haití, las provincias se esfuerzan por hacer frente a la afluencia de desplazados

Women waiting at a Caritas food distribution in Pétionville Club, Port-au-Prince. Many people are returning to the capital from the provinces. While the international community and Haitian authorities try to encourage people to leave the capital and especially its ill-adapted camps, the population of makeshift camps seems to have grown by more than 10 percent over recent weeks. Credits: MathildeMagnier/Caritas

Women waiting at a Caritas food distribution in Pétionville Club, Port-au-Prince. Many people are returning to the capital from the provinces. While the international community and Haitian authorities try to encourage people to leave the capital and especially its ill-adapted camps, the population of makeshift camps seems to have grown by more than 10 percent over recent weeks.
Credits: MathildeMagnier/Caritas

Desde el violento seísmo que devastó Puerto Príncipe, el pasado 12 de enero, muchas personas han escapado de la capital buscando un techo, comida y solidaridad. La afluencia de tantas personas es muy dificil de gestir para las provincias interesadas. En la región de Jérémie, una pequeña localidad costera, en el suroeste de la isla, el fenómeno es particularmente grave y la situación procupa a los habitamtes.

«¡Miren la casa! ¡Doce personas viviendo en dos habitaciones! Y llevamos dos meses viviendo así. Sinceramente, yo no sé cómo vamos a seguir dando de comer a todo el mundo!», se lamenta Willine Janvier, sentada en el umbral de su casa de madera. La vivienda se encuentra en las inmediaciones de la aldea de Moron, a pocos kilómetros de Jérémie, donde vive con sus cuatro hijos más pequeños. Al día siguiente del seísmo, ella y su marido vieron llegar, uno a uno, a sus 5 hijos mayores, todos ya establecidos en Puerto Príncipe, desde hace años. «Ninguno de ellos puede trabajar aquí. Mi marido y yo misma somos los únicos que ganamos algo y, realmente, no es suficiente para todos», sigue diciendo Willine, con ojos inquietos y cansados.

«¡Nosotros somos 18 hoy en casa! Además de mis hijos, nueras y yernos, han llegado 7 nietos/as de Puerto Príncipe !», suelta Georgette Benoit. «Para hacer entrar a todos en casa, tuvimos que sacar los muebles y poner plásticos en el suelo, ya que no teníamos sitio dentro para dormir. Yo soy comerciante, mi marido es labrador, pero no ganamos lo suficiente para poder mantener a todos», añade Georgette.

Desde el 12 de enero, más de 120.000 damnificados por el temblor de tierra han encontrado refugio en la región de Jérémie, situada en el departamento de la Grande Anse, del que son oriundos muchas personas. La zona está ubicada cerca de la capital y no era extraño que, antes del terremoto, los habitantes del lugar que abandonaran la zona para buscar un empleo en la gran metrópoli. Hoy en día, los hijos de este pueblo son recibidos con los brazos abiertos, pero la situación sigue siendo compleja.

Aquí no hay campamentos improvisados, ni instalacions provisionales y saturadas, como en la región de Puerto Príncipe. Conforme a la voluntad de las autoridades locales, la sociedad civil y las ONG presentes, los refugiados son recibidos por las familias o alojados en casa de parientes u otros habitantes, de manera que se puedan mantener las condiciones mínimas de supervivencia de todos. Un esfuerzo sostenido y fomentado por Caritas, que se prepara a distribuir unas 300 tiendas de campaña a las familias que reciben en su casa a los desplazados.

Por ahora, el espacio es escaso y falta comida, en la mayor parte de los hogares. En las últimas semanas, los precios de los comestibles se han disparado. Algunos productores han incrementado sus precios de más del 50 % per ciento, empezando por el arroz y el azúcar. Como resultado, los habitantes de estas zonas rurales, que ya son víctimas de largas sequías, se ven obligados a comer sus escasa cosechas, en lugar de venderlas. El fenómeno afecta también a los pequeños comerciantes, que representan una parte no despreciable de empleados en la región. «Con los precios que suben disparados, yo no llego para comprar la misma cantidad de productos que antes del seísmo. Entre la lluvia de personas que retornan y el aumento del número de bocas que alimentar, no podemos ayudar a todos», explica Pierrot Joassaint, comerciante y cabeza de familia, en una casa con 25 personas. Un auténtico golpe duro para una zona ya muy necesitada y que todavía recibe poca ayuda exterior. «De momento, sólo Caritas ha llevado a cabo distribuciones de comida: aceite, arroz, azúcar y maíz, han sido suministrados a unas 800 familias de la región. En general, Jérémie ha sido olvidada», se desespera el P. Saint Alphonse, director de la Caritas diocesana local.

Mientras, la situación del desempleo es más catastrófica que nunca en la región. «Es imposible encontrar un trabajo aquí. Mi familia no puede cargar conmigo de manera indefinida. Tendré que volver cuanto antes a Puerto Príncipe», explica Lionel Roger. Él es albañil de profesión, ha dejado la choza que había conseguido construirse en el campamento de Champs de Mars. Desde hace un mes vive con la familia de su mujer, Josepha Macula, profesora en un colegio, también con concuerda con la necesidad de volver cuando antes a la capital, para intentar encontrar un empleo.

El retorno es un fenómneo que se está generalizando en todo el país. A pesar de que la comunidad internacional y el Gobierno haitiano intentan desalojar un poco la capital y sus campamentos, porque los consideran poco adaptos para recibir a los damnificados, la población de las instalaciones provisionales de Puerto Príncipe ha aumentado de un 10 por ciento, en las últimas semanas.

La región de Jérémie no es la única a tener que hacer frente a este problema. Hoy en día, más de 160.000 personas han salido para refugiarse en la Artibonite, y otras 160.000 se concentran en la frontera dominicana, que tampoco está mejor preparada para recibir tanta afluencia de población. Para la reconstrucción de Haití, es fundamental que las autoridades afronten la cuestión de la descentralización y el desenclave.

 

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