Tener las manos limpias salva la vida de los refugiados somalíes en Kenia

Ahmed and Farhia Hussein study a book on hygiene at the Kambioos Refugee Camp in Dadaab, Kenya. Credits: Sara Fajardo/CRS

Ahmed and Farhia Hussein study a book on hygiene at the Kambioos Refugee Camp in Dadaab, Kenya.
Credits: Sara Fajardo/CRS

Caritas Internationalis ha lanzado dos llamadas de emergencia por los refugiados somalíes que viven en las cercanías de Dadaab, en Kenia, desde 2011. En Kambioos, Caritas trabaja a través de uno de miembros de EE.UU., CRS, con el fin de facilitar capacitación en higiene y mejores saneamientos. Más de 25 miembros de Caritas, procedentes de Asia, África, Europa, América del Norte, América Latina, Oceanía y Medio Oriente, financiaron las llamadas. Sara Fajardo ha visitado recientemente Kambioos.  

Farhiya no sabe leer todavía, pero ya es maestra. Con tan solo 4 años, ella llama a los otros niños que viven en los recintos cercanos del campamento de refugiados de Kambioos (Kenia) y les enseña a lavarse las manos. Es una lección fundamental.

Mientras los niños la miran, Farhiya abre el tapón de la garrafa amarilla, que sirve como punto familiar de lavado de manos. Con seguridad, ella les explica cómo lavarse con jabón y frotarse bien las palmas de las manos, hasta conseguir mucha espuma: “Si no os laváis las manos, os puede doler la tripa”. Farhiya les enseña esto, mientras sigue enjabonándose las manos.

Incluso a veces, Farhiya improvisa un aula bajo la acacia familiar y usa un libro de higiene, facilitado por Catholic Relief Services (CRA) a su padre y a otros promotores de higiene, con el fin de examinar a los niños del campamento, sobre cuestiones de limpieza. Farhiya se sienta, usando un bote grande leche en polvo como asiento, hojea el libro plastificado y enseña a una docena de niños embelesados una foto de platos puestos a secar en el suelo. “¿Es correcto hacer esto?”, les pregunta ella en somalí. “No”, le responden ellos, pero cuando ella sigue diciendo “¿Y por qué no?” no recibe ninguna respuesta. Farhiya gira su cabeza, de pelo castaño y rizado, hacia su padre y hace un mohín: “Ellos dan una respuesta correcta, pero no pueden decirme, por qué es correcta. ¡Pero deben aprenderlo!”.

Su padre, Ahmed Hussein, está plenamente de acuerdo con ella. Él es uno de los promotores de higiene del campamento, e intenta ayudar a sus compañeros refugiados a comprender los motivos de la higiene y el saneamiento. Ahora la limpieza es fundamental, para salvaguardar la salud de su familia y su comunidad.

Ahmed y su familia llegaron a Kenia en la fase crítica de la sequía somalí de 2011, cuando cada día salían de la frontera del país más de 1.500 somalíes. La familia vendió la mayoría de sus pertenencias, para comprar billetes de autobús. Viajaron con colchonetas para dormir, una cacerola de cocina y la ropa a la espalda.

Tras un largo viaje, se encontraron en campamentos abarrotados, junto a millares de otros refugiados, hambrientos y agotados. Enfermedades prevenibles, como el tifus, la hepatitis y el cólera se propagaron rápidamente. A un cierto punto, nueve mujeres embarazadas murieron de hepatitis E.

Las infraestructuras sanitarias básicas—incluyendo letrinas, lavabos para las manos y puntos de gestión de residuos- son fundamentales para hacer frente a este tipo de emergencia de salud de pública. Con la financiación de los miembros de Caritas Internationalis, CRS está facilitando a más de 3000 familias del campamento de Kambioos un cuarto de baño básico, instalaciones para lavarse las manos, servicio de recogida de residuos a través de carros tirados por asnos y un equipo de 80 promotores de higiene capacitados, como Ahmed.

“Al principio, cuando llegué al campamento de Kambioos, la diarrea era muy frecuente. Pensábamos que todos los que viven en campamentos de refugiados tenían diarrea. Sin embargo, cuando aprendimos que la higiene mejora la salud de nuestras familias y comunidades, nos dimos cuenta de que ese mito no era verdad. La gente puede vivir en un campamento de refugiados y estar sana”, nos dice Ahmed.

Ahmed predica con el ejemplo. Su familia mantiene su modesto recinto impoluto, algo que no es fácil, con las áridas condiciones climáticas de Dadaab, en donde incluso una leve brisa puede cubrir el suelo con una fina capa de arena. Cada mañana, los seis hijos de Ahmed barren y recogen la basura, mientras él desinfecta la letrina familiar.

Ahmed hacer luego la ronda de las casas vecinas. Comprueba que haya bastante agua a disposición, en los lavabos para las manos, si los utensilios están limpios, si los vecinos han preparado los residuos para que sean recogidos y que no haya ningún contenedor sucio que pueda contaminar el agua potable.

En lugar de regañar a nadie, cuando las cosas no se hacen bien, sencillamente, Ahmed les enseña con el ejemplo como hacerlas en condiciones. Él podría tener que lavar y poner a secar los utensilios de cocina, de la manera aconsejada, o desinfectar una garrafa para la recogida de agua. Viendo la amabilidad de Ahmed, la gente de va abriendo poco a poco a lo que él les enseña. Al principio, la mayoría de los residentes de Kambioos eran escépticos sobre la relevancia que lavarse las manos y el saneamiento podría tener en sus vidas, sin embargo, en los últimos meses, se han ido convenciendo.

Cuando los escépticos dicen que es absurdo aprender a lavarse las manos, cuando todo el mundo sabe ya cómo hacerlo, Ahmed saca ejemplos de su cultura somalí para enseñarles estas lecciones de vital importancia. Él les habla de las grandes celebraciones, cuando se mataba a un animal y los participantes se lavaban las manos con jabón, después de comer, para eliminar la grasa. Sin embargo, solo se enjuagaban las manos con agua, antes de la comida. Él insiste en decir que el jabón y el agua son importantes en momento críticos, como antes y después de las comidas, y después de utilizar el cuarto de baño.

“Cuando uno se convierte en maestro, no espera que todos los niños sean iguales. Algunos serán más listos. Pero otros lo serán menos y no entenderán las cosas. Es necesario insistir y volver al día siguiente o llamar a otra persona para que lo explique mejor. Con el tiempo, la gente comprende. La paciencia compensa. Y se puede ver la diferencia”, nos cuenta Ahmed.

Cuando Ahmed vio a la hija de su vecino, Imran, que siempre vomitaba y tenía diarrea, él decidió pedirle ayuda a Farhiya. La madre de Imran no creía en la importancia de lavarse las manos y ningún tipo de insistencia la iba a convencer de lo contrario. Farhiya insistió y las dos niñas se lavaban las manos, cuando estaban juntas. La esposa de Ahmed, Saruro, empezó a lavarle la ropa a Imran, y la familia le regaló a Imran su propio kit de higiene, que solo tenía una pastilla de jabón.

Con el tiempo, Imran empezó a seguir el ejemplo de Farhiya. Ella empezó a lavarse antes de las comidas y después de usar el baño. Su salud mejoró. Ahora su madre es una campeona en lavarse las manos.

“Somos como una sola familia y yo soy como un segundo padre para Imran”, comenta Ahmed.

Cinco meses después de empezar con su nueva la rutina higiénica, Imran no ha vuelto a tener diarrea. “¡Ella forma parte ahora de nuestro club de lava-manos!”, dice Ahmed.

La presidenta no oficial de ese club es la pequeña Farhiya. Ahmed enseña a los adultos y Farhiya se encarga de los niños.

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