Refugiados sirios en el Líbano: un rayo de luz

Caritas doctors reaching out to Syrian refugees (Photo: Val Morgan)

Caritas doctors reaching out to Syrian refugees (Photo: Val Morgan)

Val Morgan del Scottish Catholic International Aid Fund (SCIAF) escribe un blog sobre la respuesta de emergencia de Caritas de Líbano y Jordania a los refugiados sirios.

El Valle de la Becá en el Líbano queda a poco más de una hora en coche de Beirut, camino hacia la frontera con Siria. Nuestra primera parada fue el Centro de Caritas Líbano para Migrantes en Taalabaya, en donde se registra a los recién llegados y se distribuye ayuda, incluyendo medicinas.

Actualmente hay 13 clínicas móviles que viajan a los campamentos por todo el país. Una de las clínicas se ha colocado fuera del centro de Caritas en Taalabaya. Aquí, el doctor, Joseph Homsi, dice que verá entre 50 y 100 personas al día. Joseph es de Zahleh, la ciudad principal de la región de la Becá, él resume la dedicación desinteresada del personal de Caritas Líbano.

“Yo soy humanitario. Quiero brindar atención de emergencia para los refugiados sirios. Hago lo que amo”, dijo. Esto fue a pesar del hecho de que muchas personas llegan y les gritan cuando ya no las pueden ayudar. Esto, dijo Joseph, es difícil de aguantar a veces, ya que están haciendo todo lo que pueden, pero simplemente no hay suficientes doctores o medicinas para ayudar a las personas que necesitan ayuda.

Mientras estaba con él, llegó un muchacho que había estado involucrado en un accidente de coche cuatro días antes, él tiene cortadas serias en la cara pero no le habían puesto puntos porque su familia no tenía dinero. El Dr. Homsi le coloco un apósito limpio, le dio a su madre antiinflamatorios y antibióticos para combatir cualquier infección. Caritas también organizó que el muchacho fuera a un hospital cercano para que le hicieran cirugía para reabrir la herida y coserla adecuadamente – Caritas pagará los honorarios de 100 $ por el procedimiento.

Afuera había varias colas. Una era para registrar a quienes llegaban por primera vez, esto es anotar su información básica e identificar su situación y sus necesidades. Se evalúa a cada familia y se toman decisiones sobre qué tipo de ayuda debe recibir. Todos recibirán al menos víveres y kits de higiene, pero los más vulnerables recibirán ayuda adicional como ropa, cobijas, colchones, plásticos si es que necesitan montar un lugar para albergarse, combustible, estufas y atención médica básica.

Otra cola, de aproximadamente 30 a 40 mujeres y niños, esperaba a recibir medicinas de la enfermera en la clínica móvil, que básicamente es una furgoneta llena de medicamentos. Luego de la consulta con el médico, quien receta las medicinas, se le dan las listas a Aline Ephrema, la enfermera de Caritas que está a cargo. Entre las recetas que se dispensan se incluyen medicinas para bebés y para una amplia gama de enfermedades como la diabetes, la diarrea y la hipertensión.

Alina, otra persona increíblemente positiva que opera en una situación extremadamente difícil, enfatizó nuevamente que la situación está empeorando conforme van llegando cada vez más refugiados al campamento. “A estas alturas el año pasado yo veía a alrededor de 30 personas al día aquí, ahora veo hasta 70 más o menos”, me dijo. Le pregunté por qué trabajaba ella para Caritas y cómo trataba con las dificultades a que se enfrenta cada día. Simplemente me dijo: “Me encanta ayudar a otros. Me siento muy mal por los refugiados, porque han tenido que huir de sus hogares; yo, ciertamente, no quisiera abandonar mi hogar”.

Hablar con el personal de Caritas y ver cómo su optimismo no merma, fue como un rayo de sol en lo que por lo demás es una tormenta desoladora.

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