El tifón en Filipinas, un año después: la historia de Flora

“El viento era muy fuerte y había cristales volando por todas partes”, dice Flora Badanoy, de 39 años. “El vendaval arrancó el tejado. Yo pensé que era como un terremoto. Estábamos aterrorizados. Y entonces empezó a entrar agua en casa, era como una fuerte riada. Abrimos la puerta principal y entró todavía más agua. Pensé que era el fin de nuestra vida”.

La península de Guiuan, en las Filipinas, fue el primer lugar azotado por el supertifón Haiyan, uno de los mayores temporales que haya tocado nunca tierra. El tifón llegó a media noche del 8 de noviembre del año pasado. Vientos de hasta 170 mph barrieron la costa y olas gigantes inundaron aldeas costeras, como la de Flora: “Nuestra casa era de madera, pero la de nuestro vecino era de hormigón, por eso fuimos allí a buscar refugio”, dice Flora. “Nos llevamos solo una bolsa con ropa y un poca comida, nada más”.

“No esperábamos que fuera un tifón especial. Los funcionarios locales nos dijeron que teníamos que evacuar la casa, pero no nos dijeron que el tifón sería tan violento. Y no nos avisaron de las inundaciones, dijeron que habría una “marejada ciclónica”, pero no entendimos lo que significaba aquello. No eran palabras comunes de nuestro lenguaje”.

Flora recuerda el rugir del viento – porque era tan fuerte que no podía ni oír sus propios gritos – y el terror que sintieron los niños cuando vieron el agua entrar por debajo de la puerta.

Ella y su marido se concentraron en proteger a los niños, cubriéndoles la cabeza con cojines, para amortiguar el golpe de fragmentos de escombros volantes. A pesar de todo, los niños empezaron a sentir pánico: “Les dije que estuvieran tranquilos, pero uno de ellos se desmayó de miedo”, recuerda Flora.
Por algunas horas, la familia rezó por la propia vida, mientras el viento y la lluvia les giraban entorno. Afortunadamente, el agua no llegó más arriba de la rodilla y pudieron sobrevivir durante la noche.

Cuando a la mañana siguiente salieron, los daños eran espectaculares: los cocoteros se habían partido por la mitad, los botes de pesca estaban destruidos y casi todas las viviendas reducidas en montones de escombros. En solo seis horas, un paraíso natural, se había convertido en zona de catástrofe.

Con inquietud, fueron a ver lo que había pasado con su casa. Prácticamente había desaparecido: todo lo que quedaba era un poste de madera. La ropa de toda la familia había sido barrida y las pocas pertenencias que quedaban estaban empapadas.

“Me sentí feliz al ver que toda la gente estaba a salvo, pero perdimos nuestra casa. Era la más valiosa de nuestras pertenencias”, dice Flora, con lágrima en los ojos.

Flora y su familia pasaron cinco días en casa de un vecino, hasta que construyeron un refugio provisional con maderas y escombros, que encontraros por los alrededores. Estaban estrechos en el refugio y sabían que allí no podría resistir ni siquiera con una moderada tormenta.

Hoy, gracias a los miembros de Caritas, CAFOD y CORDAID, Flora y su familia se han mudado a una nueva vivienda, con cimientos de hormigón y techo de acero galvanizado. La estructura fue construida con maderas de cocotero tratadas y recuperadas después del tifón. Carpinteros locales y arquitectos expertos se aseguraron de que estas nuevas viviendas fueran lo suficientemente sólidas, en su estructura, para poder resistir a futuros tifones.

Flora in her new home built by CORDAID, a member of Caritas in the Netherland. Photo by Lukasz Cholewiak/Caritas.


Flora en su nuevo hogar, construido por CORDAID, un miembro de Caritas en los Países Bajos. Foto por Lukasz Cholewiak / Caritas.

Matthew Carter, Responsable de Ayuda Humanitaria de CAFOD, dice: “Tras una catástrofe de esta magnitud, la gran prioridad para Caritas era asegurar a la gente sus necesidades básicas, como alimentos, agua y algún tipo de techo sobre sus cabezas. Sin embargo, en los meses siguientes, fue crucial ayudar a la gente a construir viviendas permanentes, que fueran mejores que las que tenían antes. No quisimos construir casas que se derrumbaran enseguida, con el próximo temporal. La gente que hizo donativos tiene que estar muy orgullosa por su ayuda, porque con ella se han transformado millares de vidas humanas”.

Flora y su familia han pintado su casa nueva de azul y ya han empezado a decorarla: aunque perdieron casi todas sus pertenencias, han conseguido algunas cortinas y pintura para las paredes.

Un año después del tifón, la vida ha vuelto a la normalidad para la familia. Los hijos de Flora han vuelto a la escuela y su marido está empezando otra vez a ganarse la vida, trabajando como carpintero en el proyecto viviendas. Y lo mejor de todo es que Flora espera otro bebé.

Flora ha enviado este mensaje a los donantes de Caritas: “Soy muy feliz al recibir esta casa nueva. Es una vivienda muy fuerte, con cimientos sólidos de hormigón. Yo no esperaba poder tener este tipo de casa. Si tuviera que elegir entre nuestra vieja casa y ésta, sin lugar a dudas elegiría ésta. Estoy muy agradecida a todos por la ayuda que hemos recibido. Mis hijos están encantados con su nuevo hogar. Y pronto llegará un nuevo bebe´. Éste es un nuevo inicio para nuestra familia”.

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