La esperanza sigue viva en Ucrania

Las familias que han perdido sus hogares y sus empleos viven hacinadas en  una o dos pequeñas habitaciones  y dependen en gran medida de la caridad.

Las familias que han perdido sus hogares y sus empleos viven hacinadas en una o dos pequeñas habitaciones y dependen en gran medida de la caridad. Foto de Caritas Ucrania

Nadiya vive sola en la ciudad de Kharkiv, Ucrania. Es un lugar que casi no conoce, lejos de su tierra y de su familia. No sabe si algún día volverá a ver su hogar en Snizhne, que queda en las profundidades del territorio ocupado por los rebeldes separatistas.

Nadiya, 55, cuyo nombre significa “esperanza”, se encuentra atrapada en un conflicto que según dice nunca vio venir. Al menos 1,5 millones de personas en el este de Ucrania han tenido que abandonar sus hogares como resultado del conflicto armado entre las fuerzas gubernamentales ucranianas y grupos separatistas en las regiones de Donbás.

“No me llevé nada conmigo. Salí con el vestido que tenía puesto, corriendo en pantuflas”, dice Nadiya. “Ni siquiera tuve tiempo de pensar”.

En los últimos meses ha habido en la región una intensificación alarmante de las hostilidades de los rebeldes separatistas – que se identifican con sus raíces rusas y buscan la independencia de Ucrania – y las fuerzas ucranianas que luchan por mantener las regiones bajo control del gobierno.

Los ancianos y las personas en edad de jubilación son particularmente vulnerables a este conflicto, ya que se ven sin hogar, sin una pensión y sin sus familias.

“Ni en la peor de mis pesadillas me hubiera podido imaginar algo como esto”, dice Nadiya. “Lo tenía todo, incluso casa propia. Pero estoy viva. Sigo en pie”.

Nadiya recibió apoyo de Catholic Relief Services y Caritas para reacondicionar su apartamento para el invierno – añadiendo materiales en el contorno se sus ventanas y artículos como mantas y ropa, para poder soportar las temperaturas glaciales. También recibió un subsidio en efectivo de CRS y Caritas por 264€ (300USD$) que utilizó para comprar botas y ropa, y para acudir al dentista.

Nadiya sigue recibiendo su jubilación, pero el coste de vida en Kharkiv es mucho más alto que en su tierra natal. Dice que se las arregla con donaciones de organizaciones benéficas locales, pero tiene que pagar por muchas medicinas para varias dolencias.

Le cuesta mucho hablar de la realidad que es vivir en medio de lo que es básicamente una zona de guerra. Llora al describir el sonido de los tiroteos, el miedo de su proximidad es escalofriante.

“Era imposible soportarlo. Al principio, las explosiones se oían lejos, pero luego se empezaron a acercar. Era aterrador, todo lo que quería era que pararan. Ahora, cada vez que escucho un ruido fuerte, incluso el camión de la basura, empiezo a temblar”, dice.

Unos amigos la ayudaron a encontrar el apartamento donde vive, pero con su hermana en otra ciudad, su esposo muerto y apenas unas cuantas pertenencias, este nunca podrá ser realmente un hogar.

“Vivir o morir es realmente cuestión de suerte”, dice. “Le rezo a los dioses”.

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