Las repercusiones del ébola en la Liberia rural

Suministro de ayuda alimentaria  en una localidad del distrito de Bong. Foto de Caritas

Suministro de ayuda alimentaria en una localidad del distrito de Bong. Foto de Caritas

Después de un año de ausencia, regresé a Monrovia el día de Navidad. Mientras estuve fuera, el ébola se propagó aquí, en Liberia, Sierra Leona y Guinea, con la peor epidemia de dicha enfermedad de toda la historia.

Al principio, sólo veía pequeñas diferencias superficiales. Rara vez se veían saludos exuberantes, que eran comunes en otros tiempos. De hecho, la gente ni siquiera se da la mano y abrazarse es un tabú. Luego está el lavado frecuente de manos, con agua clorada. Por lo demás, la vida me parecía en realidad igual que siempre.

Es cierto que muchas personas están sin trabajo. Y también que falta dinero para comprar cosas. Pero incluso antes de la crisis, ocho de cada diez personas no tenían trabajo. La vida se ha vuelto difícil, pero en realidad siempre fue así. El país todavía luchaba por salir de una brutal guerra civil, que duró 14 años, incluso antes de la llegada del ébola.

La devastadora realidad de la epidemia te sacude visitando las aldeas rurales, que fueron las primeras contagiadas por el ébola. En el distrito de Bong, la Iglesia católica fue la única institución capaz de llegar a las zonas más remotas. Los voluntarios de la Iglesia no se detuvieron cuando los camino se volvieron intransitables. Caminaban durante horas, hasta llegar a los rincones más recónditos. Hablando con las comunidades de la zona, viene en mente la magnitud y el impacto del ébola.

Charles Rennie ha enterrado a 38 amigos, familiares y vecinos de su aldea, sin seguir medidas de protección. Ahora se enfrenta al estigma

Charles Rennie ha enterrado a 38 amigos, familiares y vecinos de su aldea, sin seguir medidas de protección. Ahora se enfrenta al estigma. Foto de Caritas

Charles Rennie ha enterrado a 38 amigos, familiares y vecinos, solo con sus manos, en la aldea de Bella Kartala, distrito de Bong. Dicha aldea fue la primera del distrito a ser contagiada por el ébola. Él no tenía ropa de protección anti ébola, ni guantes, por eso los enterró con sus propias manos. Ahora se enfrenta a la sospecha de la aldea. Ellos temen que él tenga ébola o que esté protegido por fuerzas oscuras. Caritas Liberia está trabajando con los aldeanos y Charles Rennie para proporcionarles asesoramiento y apoyo por el trauma.

Sarah * es hija de la primera víctima de ébola en la aldea. Su madre, una partera, se contagió al ayudar a una mujer a dar a luz, en un pueblo vecino. La madre, la partera y el bebé, murieron todos. Nadie sabía del ébola entonces. En la casa de Sarah, ocho personas murieron. Entonces todo el mobiliario fue quemado y la casa desinfectada. Sarah ahora cuida de su hermana pequeña.

Hay miles de historias de víctimas y supervivientes. En el punto álgido de la crisis, la gente simplemente esperaba la llegada de la muerte. Se quedaron en la iglesia, angustiados y sin idea de cómo poder salvarse.

Fue a partir de los sacerdotes y los catequistas que aprendieron sobre el ébola. Durante los primeros 15 minutos de la misa, se les explicaba lo que era la enfermedad y qué hacer para protegerse. Fue allí, en la Iglesia, que la primera esperanza fue restaurada.

El legado de ébola en Liberia será de larga duración y difícil de predecir. Como Caritas fue la que suministraba ayuda alimentaria en la aldea, una mujer embaraza se puso de parto mientras esperaba en la cola. El personal de Caritas la ayudó a dar a luz al bebé, que se llamará Ébola.

Un bebé que nació mientras su madre esperaba en la cola, para recibir alimentos, se llamará Ébola.

Un bebé que nació mientras su madre esperaba en la cola, para recibir alimentos, se llamará Ébola. Foto de Caritas.

En la capital, Monrovia, Cordaid (Caritas Países Bajos) está financiando a los equipos de fútbol, masculino y femenino, de Waikiki, que ya están de nuevo en el campo.

Todos los jugadores y los hinchas deben someterse a la prueba de la pistola-termómetro, antes de subir al autobús para ir a ver el partido. Las niñas juegan una combinación de fútbol y béisbol llamado Kickball. Ellos ganaron 17-8. Frente a la gran multitud de casa, los chicos marcaron dos goles al Monte Barclay FC, que no pudieron responder igual.

Los jugadores se fueron a casa felices por su victoria. Ahora tienen que intentar pagar su matrícula escolar. La reapertura de las escuelas se ha aplazado un par de semanas, por una parte para que las escuelas puedan establecer sus sistemas de prevención de ébola y, por otra, para que los padres tengan más tiempo para conseguir el dinero de la matrícula.

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