Cristianos iraquíes, huyendo de la persecución, llegan al Líbano con lo puesto

Una hora después de que Nada Kariakos y su familia salieran de casa, militantes islámicos invadieron su ciudad.

“Estaba asustada. Temía por mis hijos, por mis hijas, yo no quería que los del ISIS las violaran “, nos cuenta ella, sentada en la salita de un triste sótano de Beirut, que es ahora su casa. “Así que salimos corriendo y lo dejamos todo atrás”.

Al entrar en el sombrío apartamento, se siente un fuerte olor de humedad y mal saneamiento. El único mueble que se ve es un sofá contra una pared. Nada, su marido Amr y sus seis hijos, duermen en colchonetas de espuma, en el suelo. El inodoro, con sus paredes enmohecidas, es sólo un cubículo al lado de la cocina y parece no tener bañera, ni ducha.

Los cristianos iraquíes Nada y su marido Amr y sus seis hijos huyeron de la persecución a Líbano.

Los cristianos iraquíes Nada y su marido Amr y sus seis hijos huyeron de la persecución a Líbano. Tabitha Ross / Caritas

La familia de Nada lleva viviendo aquí tres meses, desde que salieron de su país de origen, Irak, por temor a represalias contra los cristianos del grupo extremista Daech o del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), que tomó el control de un vasto territorio, incluyendo la ciudad natal de Nada, Telkaif, en 2014.

“Vivíamos bien en Irak. Teníamos dinero y éramos felices. Hasta que llegó ISIS “, comenta Nada, en un tono que se confunde entre la ira y el dolor.

La familia se dirigió, en coche, a otra ciudad, de una región cercana, donde estuvieron refugiados mientras esperaban tomar un avión hasta el Líbano. Tuvieron que vender su coche, por la mitad de su valor, ya que estaban desesperados por conseguir el dinero para los billetes de avión. Había tanta gente en las mismas condiciones, que no pudieron conseguir más por él.

Han llegado a Beirut con lo puesto y el marido de Nada está enfermo y no puede trabajar. Cuando le preguntó cuál es su necesidad más apremiante, Nada dice: “El alquiler, el alquiler, el alquiler”.

Malak, 5, huyó de Irak con su familia hace tres meses. Su madre Nada Kariakos, de 36 años, explica que temían represalias contra los cristianos.

Malak, 5, huyó de Irak con su familia hace tres meses. Su madre Nada Kariakos, de 36 años, explica que temían represalias contra los cristianos. Tabitha Ross / Caritas

Los centros de Caritas han visto aumentar el número de refugiados iraquíes que llegan al Líbano, necesitados de ayuda, desde que el ISIS ocupó todo el norte de Irak, el año pasado. Jimmy Geagea, Gerente del Centro Caritas, de la zona Dekwaneh de Beirut, dice que los iraquíes ahora son la mayoría entre sus nuevos registros de necesitados.

Muchos de ellos son cristianos iraquíes, huyendo de la antigua ciudad de Mosul, que ahora no tiene población cristiana, por primera vez en la historia de Irak.

La joven madre Renata Emad era residente de Mosul. Aunque los detalles de su historia difieren de la de Nada, los puntos principales son los mismos.

Renata y su esposo querían quedarse en su casa, en la ciudad en la que sus familias han vivido por generaciones, donde llevaban una vida cómoda. Pero a medida que se acercaba ISIS, huyeron, aterrorizados, junto con su pequeña Mireille, la mayor parte de la población cristiana y muchos otros.

“Nos vimos atrapados en un atasco de tráfico horrible, que duró todo un día, mientras estábamos tratando de llegar a Irbil. Mis padres no salieron de Mosul hasta el día siguiente y el ISIS no los dejó entrar en Irbil sin antes robarles todas sus pertenencias, oro y dinero. Mi padre tuvo que dejar su coche en la frontera Irbil “.

Renata Emad habla con Zalfa Antoun, director del Centro Medico Social Caritas St. Michel.

Renata Emad habla con Zalfa Antoun, director del Centro Medico Social Caritas St. Michel. Tabitha Ross / Caritas

Renata vendió el “poco oro” que tenía para hacer llegar a su familia al Líbano. Ahora viven en una casa compartida con otra familia. Su marido tuvo suerte la de encontrar trabajo, en un supermercado, pero cuando su hija se cayó y se rompió una pierna, no sabían cómo sufragar los gastos de la asistencia sanitaria, que es casi totalmente privada y prohibitivamente cara en el Líbano. El hospital al que Renata llevó a Mireille, le pidió casi el doble de lo que su marido gana en un mes por cuidar de la niña durante dos días.

Entonces Renata se enteró del Centro Médico Social de Caritas ‘St Michel’, donde Mireille ha sido tratada desde entonces y se está recuperando bien.

“Ella es mi única hija”, dice Renata. “Espero que sus días sean mucho mejores que los días que tuvimos que pasar su padre y yo, y deseo que su vida no se vea oscurecida por ninguna tristeza”.

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