Nepal llora la pérdida de sus seres queridos

Ramjandra lost his wife and child in the earthquake. Credit: Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

Ramjandra perdió a su mujer y a su hijo en el terremoto. Fotografía: Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

Bastó un minuto para que la vida de Ramjandra se hiciera añicos. Ese minuto fue el de las 11.56 del sábado 25 de abril de 2015. Fue el minuto en el que el peor terremoto de los últimos 92 años azotó Nepal. Fue el minuto en el que él perdió a su esposa y a su única hija. Es un minuto que para Ramjandra durará para siempre.

El trabajador agrícola, de 26 años, se encontraba en su casa en el pueblo nepalí de Taple, en el distrito de Ghorka, a solo unas 20 millas del epicentro del terremoto. Era la hora del almuerzo y la familia estaba a punto de comer.

De repente, Ramjandra sintió moverse el suelo bajo sus pies, vio la bombilla del techo balanceándose de acá para allá y las ventanas temblar. “Corred”, gritó, “salid de la casa tan rápido como podáis.”

Y eso fue lo que él hizo, esperando que su esposa Surasathi y su hija de tres años, Reshma, lo siguieran. Él fue unos pocos segundos más rápido. Cuando Ramjandra consiguió salir a la calle, la casa se vino abajo. Surasathi y Reshma no pudieron llegar a tiempo a la puerta. Murieron bajo los escombros.

En Taple, donde no ha pasado aún ni una semana desde el terremoto, mucha gente está viviendo en tiendas de campaña, incluso aquellos cuyas casas siguen todavía en pie. “Estamos asustados” es lo que me dicen una y otra vez casi todas las personas con la que hablo. La gente tiene miedo de las réplicas que se dan una o dos veces todos los días.

Ramjandra es incapaz de hablar conmigo. Su hermano Mekh Badur me cuenta su historia. Cada vez que Ramjandra intenta añadir algo rompe a llorar. Hay momentos en los que un periodista tiene que dejar de hacer preguntas. Este es uno de ellos.

Sólo puedo transmitir mi compasión e intentar traer algo de esperanza a esta trágica situación. Le cuento los motivos por los que estoy en el pueblo, junto con Anjan Baj, encargado de la gestión de catástrofes de Cáritas India, una de las organizaciones de Cáritas activa en la respuesta ante la catástrofe de Nepal. Cáritas, le digo a Ramjandra, está allí para identificar las necesidades de la gente y atenderlas.

Ramjandra nunca ha escuchado hablar de las ONG como esta ni habría podido imaginarse que alguna vez necesitara de su ayuda. Me fijo en cómo cambia su mirada. No puedes esperar que un hombre que acaba de perder a su familia, su casa y sus pertenencias sonría. Pero en su cara se puede ver un leve destello de esperanza cuando le explicamos lo que Cáritas defiende y lo que hará por las personas afectadas.

Le contamos que, tras grandes desastres como éste, Cáritas reconstruye casas para los más necesitados. Cáritas se está ocupando de la subsistencia de las víctimas del terremoto. Cáritas está ofreciendo consejo a los afligidos. “Gracias”, dice en voz baja. No puede decir más en este momento. Lo entendemos. Aún es un momento de duelo.

Unos cuantos metros más allá vemos a su suegro realizando el “Kriya” –un ritual hindú para los familiares cercanos que han fallecido. Durante 13 días de luto, llevará la cabeza rapada y preparará agua, arroz y otros alimentos en un terreno llano, un símbolo para alimentar a las almas de los muertos, liberarlas de su pasado y darles energía para su nueva encarnación.

Perspectivas de una nueva vida –esto es lo que Cáritas, principalmente proporcionando apoyo psicosocial, puede ofrecerle a Ramjandra y a todos aquellos que sufren las consecuencias del “gran terremoto” de Nepal.

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