Caritas mantiene viva la esperanza en la disputada región fronteriza de Abyei

Mientras Afaf Ngor prepara su campo para la siembra, ella contempla las ruinas de lo un día era su casa, en la aldea de Mading Achueng, en Abyei, una región fronteriza disputada por Sudán y Sudán del Sur: “La vida era tranquila aquí, hasta que llegaron los árabes y nos expulsaron”, dice la mujer Dinka Ngok, que huyó con su familia en 2011, después de un ataque de las milicias, apoyadas por el gobierno de Jartum. “Pero ahora estamos empezando de nuevo, con la ayuda de la iglesia. Amamos nuestra tierra y no queremos dejarla de nuevo”.

Caritas ha ayudado a más de 40 000 personas que regresan a casa incluyendo Alij Kan Lual, una viuda, y su hija de 9 años Amana

Caritas ha ayudado a más de 40 000 personas que regresan a sus aldeas incluyendo Alij Kan Lual, una viuda, y su hija de 9 años Amana. Foto de Paul Jeffrey / Caritas

En los términos del acuerdo de paz de 2005, se estipulaba que los residentes de Abyei celebraran un referéndum para decidir si el área permanecería parte del norte o del sur, finalmente independiente. Sin embargo, ese voto nunca tuvo lugar, en parte debido a que el gobierno de Jartum insistió en que se incluyera entre los votantes a los nómadas ‘misseriya’, que pasan parte del año allí, cuando lleva a pastar a sus animales a Abyei. Los Dinka Ngok, un clan que componen la gran mayoría de los residentes de Abyei y están alineados en favor del sur, insistieron en que sólo los residentes tuvieran derecho al voto.

El debate terminó cuando las milicias misseriya junto a tropas del norte atacaron Abyei, en 2011, hasta empujar hacia el sur a más de 100.000 personas, incluyendo a dos sacerdotes que servían en la parroquia católica. Luego se asentaron en lo que se convertiría en el mayor campamento de refugiados de la ciudad de Agok. Los sacerdotes desplazados, junto con las personas a las que servían, construyeron sus propias chozas de barro, cerca de una capilla, al aire libre y montaron algunas tiendas desgarradas del UNICEF y, al final edificios permanentes, para poder ofrecer aulas para un colegio religioso de enseñanza primaria.

Es muy distinto el recinto de la iglesia de la ciudad de Abyei, a unos 45 kilómetros al norte, con su gran santuario, una casa parroquial, una casa de huéspedes, aulas escolares y un almacén. Sin embargo, esos edificios permanecen en ruinas, saqueados y quemados por las milicias del norte.

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Sin embargo, en los últimos cuatro años, algunas personas como Afaf Ngor han retornado a sus aldeas, prefiriendo arriesgarse a nuevos ataques, que permanecer en la concurrida Agok. Aunque, a diferencia de muchas otras zonas de conflicto, en todo el mundo, Abyei no está lleno de ONG que prestan asistencia a la población. Muchas ONG tienen miedo de trabajar en Abyei, porque no quieren desafiar a los funcionarios del gobierno en Jartum, que podría luego negarles el acceso a Darfur y otras zonas conflictivas.

Eso deja a Caritas Sudán del Sur y a la parroquia católica local la tarea de facilitar una parte de la ayuda que se necesita. Con la financiación de la red Caritas Internationalis, la iglesia ha acompañado a las personas en su regreso a sus aldeas quemadas. La iglesia está perforando nuevos pozos, para reemplazar los que fueron destruidos por las tropas del norte cuando se retiraron. Se ha limpiado las cenizas y reconstruido las clínicas, en aldeas como Mading Achueng, a la que la gente regresa vacilante. Se trata de proporcionar semillas y herramientas agrícolas, a personas como Afaf Ngor, para que pueden alimentarse por sí mismas. Se está capacitando a los maestros, para las escuelas que están reabriendo lentamente, una tarea crítica dada la transición de la enseñanza en árabe (la lengua de Sudán) al inglés (el idioma de Sudán del Sur): “A pesar de que estamos olvidados por muchos, sin embargo, sabemos que Dios está con nosotros. Y recibimos la ayuda de personas de todo el mundo para alimentar a los desplazados y a quienes están a la espera de la paz “, dice el padre Karlo Kaw.

Un niño acuna a su hermana pequeña en un campo de desplazados en Agok, Sudán del Sur.

Un niño acuna a su hermana pequeña en un campo de desplazados en Agok, Sudán del Sur. Foto de Paul Jeffrey/Caritas

Entre los que se quedaron en Agok, donde la población ha aumentado recientemente con los nuevos desplazados, tras los combates en otras regiones de Sudán del Sur, la iglesia continúa su presencia pastoral. Se ayudan a las personas a mantener la esperanza de que todos podrán volver a casa un día: “La gente quiere irse a casa, porque Agok está superpoblada. La tierra se vuelve barro cuando llueve. De vuelta a casa, cada uno tiene la propia parcela para cultivar. Pero tienen miedo de otro ataque del norte, por lo que permanecen aquí. Y mientras ellos están aquí, la iglesia estará aquí con ellos, incluso si el resto del mundo no parece darse cuenta”, comenta el padre Biong Kuol.

El futuro de Abyei sigue siendo objeto de debate entre los líderes de Sudán y Sudán del Sur, pero muchos en Abyei han perdido la esperanza de que eso produzca resultados. Aunque la Iglesia está trabajando en una vía alternativa hacia la paz: “Tenemos que empezar con la gente la construcción de paz desde abajo, las comunidades de base, sin la participación de los políticos”, dice el Padre Kuol. “Podemos dejar los grandes problemas a los políticos pero, en el terreno, somos vecinos y tenemos que vivir en paz. Así que estamos tratando de hacer pequeños acuerdos entre las comunidades, creando un espacio para la paz sin la participación de los gobiernos”.

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