Por Nikki Gamer, oficial de comunicaciones de Catholic Relief Services (CRS)
La casa de Wesal Badel daba la sensación de cueva más que de casa. Estaba hecha de barro, no tenía ventanas para la iluminación o la ventilación y la falta de una puerta de entrada hacía que serpientes y escorpiones a menudo consiguieran entrar dentro.
La casa está en Rekava, a unas 25 millas al sur de Dohuk, en el Kurdistán iraquí. Wesal y su familia huyeron allí en 2014, escapando de Sinjar, a unas 100 millas al oeste de Mosul, cuando ISIS la asedió.
Con sus ásperas paredes grises, suelos de cemento y altos techos, la casa es de todo menos acogedora. Unas cuantas finas esterillas, en las que duerme la familia, están apiladas contra una pared durante el día para poder tener espacio para moverse.
Wesal, su hijo de tres años, Mazen, y su marido buscaron refugio en una de las miles de casas de hormigón que siembran el paisaje iraquí. La construcción de las casas subvencionadas por el gobierno comenzó durante un repentino crecimiento económico pero se dejaron a medio construir cuando la economía cayó. Las casa, con una media de cuatro habitaciones cada una, son meros esqueletos que carecen hasta de los componentes más básicos: ventanas, puertas y agua corriente.
Sin embargo, desde el invierno de 2014, Cáritas y CRS (miembro estadounidense de Cáritas) han reformado más de 1000 casas sin terminar, añadiendo puertas y ventanas, permitiendo así que circule el aire en ese ambiente de calor sofocante e impidiendo que entren los animales. Cuando es necesario, los equipos instalan tabiques dentro para que haya más privacidad.
“Cuando se instalaron las puertas y ventanas sentimos que era seguro vivir aquí”, dice Wesal. “Antes no había nada. Era como una casa fantasma”.
“La mayoría de la gente prefiere las casas sin terminar a las condiciones de los campamentos”, explica Adel Khudhur, responsable de un proyecto de CRS en Irak e ingeniero civil que trabaja en el proyecto de los refugios.
Cáritas/CRS también ha facilitado acuerdos entre los gobiernos locales y los propietarios de las casas para permitir que las familias desplazadas vivan sin alquiler durante al menos 2 años a cambio de las reformas.
Además de realizar las mejoras en los alojamientos, Cáritas/CRS está instalando en las casas salidas de agua, baños, fosas sépticas y duchas.
Se cree que más del 80% de los desplazados iraquíes vive fuera de campamentos organizados en el Kurdistán iraquí. En los edificios sin terminar se alojan decenas de miles de personas, llegando a haber hasta 35 personas en una única vivienda. De hecho, diversas familias viven en cada una de las 1000 casas que ha reformado CRS. Cada familia ocupa una habitación.
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