Los desplazados en Myanmar se preocupan por su futuro

Nacer desplazado no es buen comienzo en la vida. Ni es un buen augurio para el futuro si uno se ve forzado a huir, dejando atrás su hogar y su escuela. Y cuando se es anciano o con mala salud, no es justo que le quiten a uno la tierra y otros recursos por los combates.

Esta es la suerte de miles de desplazados en los estados de Shan y Kachin al norte de Myanmar, atrapados en un conflicto entre tropas del gobierno y combatientes de la oposición. La violencia en esta área, junto a la frontera con China, se remonta a la década de los 1960. Sin embargo, un cese al fuego de 17 años le dio a la gente un poco de paz. Luego, después de estallidos de combates en los últimos 4 años, el acuerdo colapsó este verano.

Rosemary Pikko de Caritas Karuna – el miembro de Caritas en Myanmar – está desesperada porque se le ponga fin al conflicto. “Ha creado enormes necesidades entre los desplazados”, dice. “Como Caritas, les damos subsidios en efectivo, leña para cocinar y para calefacción, pozos entubados y mejor drenaje para mejorar la salubridad. En la temporada de lluvias es muy fangoso y difícil. Pero nuestros recursos son limitados y cuando la gente es desplazada lo pierde todo, especialmente acceso a cualquier forma de ingresos”.

Caritas ha puesto en marcha programas para hacerle frente a la falta de empleo y dinero. El ganadero Bran Aung perdió sus vacas en un fuego cruzado, pero ha adaptado bien sus habilidades a la cría de cerdos. Caritas lo ayudó a construir una pocilga cerca del campamento donde vive. Aquí la tierra para pastaje es escasa y todas las partes del conflicto han sembrado muchas minas. Caritas ha alquilado algunos campos para albergar a algunos de los recién llegados, ya que el espacio es muy ajustado. La gente ha sufrido lesiones cuando han tratado de volver a recoger las cosechas que tuvieron que abandonar cuando huyeron. Así que por ahora es mejor mantenerse seguros en el área aledaña a los campamentos.

Otra forma de obtener algún ingreso es tejer telas para vender en el mercado local. Los telares son parte de un programa de Caritas que ayuda a gente desplazada sin empleo ni tierras a generar ingresos. Jai Mai era una adolescente cuando huyó de su hogar en 2011, cuando el cese al fuego se empezó a desmoronar. “Sigue sin ser seguro volver a mi aldea y me preocupan las responsabilidades que he tenido que asumir. Con el dinero que gano con mi telar, mantengo a mis tres hermanas pequeñas”.

Aunque Rosemary Pikko de Caritas Karuna no tiene más que elogios para la resiliencia de los desplazados en el norte de Myanmar, le preocupa por su futuro conforme pasen los años. Desde el verano, los campamentos se han hinchado aún más con recién llegados de los combates más recientes. “Ahora, la cultura de vivir en un campamento se está difundiendo entre los más jóvenes y la sociedad en general está preocupada por el futuro. Los ancianos están hartos de estar hacinados en pequeños espacios y haber perdido su tierra. Su tierra es rica – jade, oro, selva virgen – y así es también su cultura. Me temo que todo esto se perderá. Los combatientes están competiendo por acceso a la minería y ninguno está cuidando el medioambiente. ”.

Junto a la cultura y la comunidad, la educación es otra cosa que se pierde en la traumática conmoción del desplazamiento. Es el futuro de un niño. Es por ello que una de las prioridades de Caritas es construir escuelas y proveer pupitres, sillas, los salarios de los maestros y útiles escolares. Los útiles son importantes para los padres de los niños desplazados. Tienen tan poco dinero que muchos padres están preocupados por no poder pagar por lo básico: bolígrafos, lápices y papel. Los paquetes de útiles escolares al menos les han quitado esa preocupación.

Para las familias de desplazados también es importante que sus hijos permanezcan juntos como comunidad. La frontera china está cerca y se teme que haya tráfico de personas y explotación. Asimismo, todas las partes del conflicto han reclutado por la fuerza a algunos niños y hay informes de tortura y abusos de los derechos humanos. Rosemary Pikko de Caritas Karuna dice que muchas familias se sienten protegidas en los campamentos, ya que Caritas y la Iglesia están ahí para ellas. Ella dice: “El complejo de la Iglesia fue el primer lugar de refugio para algunos. “

Lu Nan es una de ellos. Ahora tiene 15 años y lo que más le gusta es estudiar inglés. Quieres ser cantante cuando sea mayor, cantar en inglés, birmano y en su nativo kachin. Al igual que sus compañeros de clase, Lu Nan estudia duro en la sencilla escuela de madera del campamento. Kaih Tnag, también de 15 años, dice: “Me gusta la escuela, porque aquí aprendo. Quisiera ser maestra”. Pero eso implica seguir con los estudios, en un entorno estable y pacífico.

El norte de Myanmar es un área remota y centrar la atención en la difícil situación de sus desplazados es difícil. Actualmente hay mucho sufrimiento humano en el mundo, compitiendo por hacerse notar y tener un respiro. Para los desplazados como Laphai Nan Lum es muy difícil mantener la esperanza de un futuro mejor. “Yo no me he dado por vencida”, dice, “y estoy muy agradecida con Caritas por muchas cosas. Pero extraño mi hogar y me preocupa que quizás no vuelva nunca, han pasado 4 años ya. Quiero volver a casa”.

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