El perdurable trauma de la guerra en Ucrania

"People have lost their health, their incomes, their homes and their psychological well being," said Fr Vasyl Pantelynk of Caritas Dnipropetrovsk

“La ayuda de Caritas se enfoca en darles dinero a familias numerosas, madres solteras y familias con miembros discapacitados para el alquiler, alimentos y medicinas”, dijo el P. Vasyl Pantelynk, quien trasladó Caritas Donetsk a Dnipropetroysk

Dmitry es un hombre descomunal, la frente como mampostería, puños del tamaño de ladrillos y la constitución de un boxeador de peso pesado. Se ve bravucón. Sin embargo, cuando habla su voz es suave. Mientras cuenta su historia, en un largo susurro, sólo hace una pausa para enjuagarse las lágrimas.

Él vivía con su esposa y su hija en un pueblo minero en la región de Luhansk en Ucrania del este, cerca de la frontera con Rusia. Trabajaba en las minas, vivían una vida normal. “Somos gente común y corriente”, dijo.

Las tensiones comenzaron a destruir su comunidad en noviembre de 2013. Las manifestaciones de Maidán en Kiev en contra del gobierno pro-ruso acaparaban la conversación. Los canales de la televisión ucraniana habían sido bloqueados. La única fuente de información se emitía desde Rusia, y él cuenta que hablaban de las demostraciones como la insurrección de un grupo fascista, no como un movimiento anticorrupción.

Se imaginarán que sus problemas comenzaron por tener la apariencia de alguien a quien uno quiere tener de su lado a la hora de una pelea. Los mineros estaban siendo reclutados para unirse a un grupo anti-Maidán, pero él no quería tener nada que ver con el asunto.

Finalmente, el gobierno cayó, luego de haber perdido toda autoridad durante un sangriento ataque represivo contra en su mayoría, jóvenes manifestantes. La nueva administración era percibida como anti-rusa, lo cual desencadenó una violenta rebelión en el este.

La guerra estalló en la región de Dmitry en la primavera de 2014. De un día para otro, milicias pro-rusas bien armadas estaban por todos lados. Tenían dinero para reclutar hombres. Muchos de sus amigos se unieron. “Muchos criminales también se enrolaron”, dice, “Al igual que la mayoría, yo no estaba interesado”.

Los rebeldes habían tomado el poder. Reemplazaron a la policía con su propia autoridad. El estado de derecho se desmoronó. Los combatientes no estaban unificados, había muchas brigadas luchando por el poder y el dinero. El crimen se generalizó.

Mientras se encontraba haciendo un turno de noche en la mina, hombres armados trataron de entrar a su casa, en donde su esposa y su hija dormían. Esa noche no lo lograron, pero volvieron pronto. Esta vez amenazaron a su esposa con pistolas. Un vecino los sobornó dándoles combustible.

“Le explicamos la situación a uno del grupo de rebeldes”, dijo. Para su sorpresa, se los llevaron, a él y a su familia, a un campamento para conocer al comandante de los hombres que los habían amenazado, el un jefe de milicia célebre.

“Él escuchó nuestra historia, cogió su ametralladora y ejecutó a cuatro hombres frente a nosotros”, dijo, “era una locura”.

Ahora Dmitry estaba en deuda con ellos y se debía unir, pero aun así él se rehusó. El día del 4º cumpleaños de su hija, hombres armados llegaron a su casa. Dmytri recibió una llamada en el trabajo diciéndole que tenía diez minutos para llegar ahí o su familia sería asesinada.

Olya está mucho mejor. Tiene un empleo, tiene amigos y su hija está muy contenta en el parvulario. Mattheiu Alexandre/Caritas Internationalis

Olya está mucho mejor. Tiene un empleo, tiene amigos y su hija está muy contenta en el parvulario. Mattheiu Alexandre/Caritas Internationalis

Olya se ve diminuta al lado de su esposo. A pesar de su abrigo de invierno rojo, parece estar congelada. La escena que describió de lo ocurrido en casa ese día le helaría la sangre a cualquiera.

“Llegaron unos hombres y empezaron a disparar”, dijo. “Le pusieron una pistola en la cara a mi hija. Amenazaron con violarme frente a ella y luego violarla a ella. Todo lo que pude hacer fue coger a la niña y gritar”.

Cuando Dmitry llegó, lo agarraron, le pusieron una capucha en la cabeza y se lo llevaron a un campamento rebelde en el bosque. Lo tuvieron cuatro días en un pequeño agujero en el suelo. Sólo lo sacaban para torturarlo, ocho hombres lo golpeaban al mismo tiempo.

“Le ponen a uno una bolsa en la cabeza. Le atan las manos detrás de la espalda. Lo mantienen preso en un pequeño agujero en el suelo. El cuerpo está adormecido, con calambres, frío y dolor”, dijo. “Cada mañana le dicen a uno que lo van a matar de un disparo, cada noche dicen que la muerte era una salida demasiado fácil”.

Querían que declarara que era un espía ucraniano. Querían que matara a otro hombre. “Me dijeron que en el pueblo me estaba esperando una multitud para despedazarme si no lo hacía”, dijo. Él se resistió.

Olya había encontrado el campamento. Estaba trabajando para que lo liberaran. Los rebeldes querían que ella trabajara para ellos. “Temía tanto por mi esposo”, dijo. “Y me aterraba lo que estos hombres me podían hacer a mí y a mi hija sin su protección”.

Todos los días le decían a ella que lo iban a matar. Todos los días ella volvía, recorriendo 10 km a pie. Una noche decidió coger un atajo, pero un anciano la rescató. Estaba atravesando un campo minado.

Los rebeldes le dieron un ultimátum a Dmytri: que fuera y asesinara a un “conocido simpatizante ucraniano”. Tenía dos días. En vez de asesinarlo, puso al hombre sobre aviso, cogió a su esposa y su hija y huyó. Llegaron a un retén con mucho miedo, pero finalmente llegaron a territorio controlado por el gobierno. “La sensación de alivio fue desbordante”, dice Olya.

La familia se unió al más de un millón de personas forzadas a huir de sus hogares en Ucrania. Se asentaron en Dnipropetrovsk al este. Tras dos meses de rehabilitación médica para Dmytri, estaban listos para reiniciar sus vidas. Para Olya “se sintió como una bocanada de aire fresco”.

Sin embargo, para Dmitry no había escape. “No podía soportar la angustia de lo que estos hombres me habían hecho”, dijo. “Los quería matar. Nunca los podré perdonar”. Él le mintió a su esposa, diciéndole que había sido reclutado, y alistó voluntariamente en el ejército.

“Olya estaba completamente anonadada”, dice Oleh Chabanenko, psicólogo de Caritas en Dnipropetrovsk. “Ella descubrió que su esposo se había alistado voluntariamente, dejándola sin medios para mantener a su hija. Ya traumatizada, el sentimiento de abandono la dejó sin voluntad de vivir”.

Caritas le brindó ayuda humanitaria. Quieren volver a darle un sentido de seguridad. Olya es cristiana practicante. Caritas la conectó con un grupo parroquial que le dio apoyo espiritual para darle un sentido de tranquilidad.

“Cuando se estabilizó le dimos orientación psicológica. Escuchamos su historia”, dice Oleh Chabanenko.

“Esta es una herida en Europa que se volverá a repetir, a menos que construyamos la paz. Cuanto más pronto empecemos, más posibilidades tendremos”, dijo el Presidente de Caritas Ucrania, Andriy Waskowycz.

Olya está mucho mejor. Tiene un empleo, tiene amigos y su hija está muy contenta en el parvulario. “Es difícil planificar el futuro. Dmitry vuelve a los combates la próxima semana, después de 9 días de permiso”, dice. “Por ahora, sólo quiero que vuelva sano y salvo”.

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