Familias atrapadas en la guerra en Ucrania

Las actividades están orientadas a mejorar la comunicación y la apertura: tienen arte, dibujo en arena y movimiento. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

Las actividades están orientadas a mejorar la comunicación y la apertura: tienen arte, dibujo en arena y movimiento. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

“El bombardeo era constante”, dijo Ira Laptyeva. Ella vivía con su familia en Debaltsevo, un pueblo estratégico clave en la región de Donetsk en Ucrania oriental. Durante 30 días, en enero y febrero de 2015, fuerzas separatistas se enfrentaron a tropas del gobierno en una de las batallas más feroces de la guerra civil de Ucrania.

Casi todos los edificios en el centro de la ciudad fueron destruidos o seriamente dañados. Tras la batalla, se encontraron cuerpos en casas y sótanos. Todo aquel que pudo salir, lo hizo.

Para Ira, huir no era tan fácil. Su esposo, Vitaly, está severamente discapacitado. No se puede mover. Su padre, Nikolai, es ciego. “No quería irse”, dice. “Y yo no sabía cómo sacarlos”.

Ira también es discapacitada. Su cuerpo es pequeño, delicado, del tamaño de una niña de ocho años. Su niño, Bohlan, que apenas empieza a andar, también es discapacitado.

“Era muy difícil enfrentar la situación”, dijo. “Tuve que cuidar de mi esposo y de su padre, los dos dependen de mí. El niño lloraba todo el tiempo. Los proyectiles caían cerca de la casa. No tuvimos electricidad por 10 días. Hacía un frío terrible. Yo tenía que salir fuera a acarrear agua, que para mí es difícil. Casi me matan”.

Temiendo por su hijo, finalmente logró sacarlo de la ciudad. Luego organizó que su esposo y su padre fueran evacuados.

Ahora viven en Khakiv, una ciudad en Ucrania oriental controlada por el gobierno. Viven en albergues protegidos con otras familias que han sido obligadas a abandonar sus hogares. Comparten una sola habitación, pero es cálido y seguro. Reciben alimentos y ayuda financiera de Caritas. “Estamos tratando de permanecer positivos”, dice.

Ira, Vitaly e su niño, Bohlan. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

Ira, Vitaly e su niño, Bohlan. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

El albergue es uno de los mayores problemas para la gente que huye de los combates. En Khakiv hay registradas 200.000 personas. Las cifras reales podrían ser el doble. En toda Ucrania, 800.000 personas han sido registradas como desplazados internos.

“Al principio dormíamos en cajas de cartón, como personas sin techo”, dijo Anna Ivanova, madre de tres niños que huyó Donetsk cuando comenzó el conflicto. “Nuestra nueva casa era fría, le entraban las corrientes de aire y había serpientes”.

Su vida antes de la guerra había sido cómoda, tenían un coche grande, un apartamento de cuatro habitaciones, ambos padres tenían buen empleo. Cuando empezaron los combates, dijo, “queríamos proteger a los niños y que no vieran el bombardeo y los cadáveres”.

Pensaron que la guerra se acabaría pronto, así que sólo metieron en la maleta ropa de vacaciones. Las semanas se volvieron meses y el dinero se acabó pronto. No podían permitirse un apartamento para una familia grande. Con el tiempo encontraron una casa sin amueblar en un pueblo de Slovyank, en Donetsk, que había sido recuperado por el gobierno.

“La gente de la aldea nos apoyó. Habían sufrido muchas penas y simpatizaban con nosotros”, dijo. “Fue estresante. No había oportunidades de trabajo o para que nuestro hijo mayor fuera a la escuela para nuestro hijo mayor. Nos quedamos hasta que terminó el año escolar y luego nos mudamos a Dnipropetrovsk”.

Viven en una “aldea modular”, una serie de anexos prefabricados construidos con ayuda europea, junto con otras familias que perdieron sus hogares en la guerra. Su espacio para vivir es muy pequeño, pero Anna y su esposo han trabajado para que sea hogareño, montando estanterías, fabricando mesas y armarios.

“Tratamos de proporcionar la mayor comodidad posible para que los niños puedan tener una vida normal”, dijo. Los dos mayores van a la escuela, el esposo ha podido encontrar trabajo y Anna se queda en casa cuidando del bebé de 8 meses (“Él fue una gran sorpresa”, dijo).

“Nuestros valores han cambiado”, dijo. “Antes del conflicto, la familia se preocupaba por cosas materiales, como casas y ropa. Ahora, valoramos lo que tenemos”.

"Al principio dormíamos en cajas de cartón, como personas sin techo", dijo Anna Ivanova, madre de tres niños. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

“Al principio dormíamos en cajas de cartón, como personas sin techo”, dijo Anna Ivanova, madre de tres niños. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

La ayuda de Caritas se enfoca en darles dinero a familias numerosas, madres solteras y familias con miembros discapacitados para el alquiler, alimentos y medicinas.

Para el Presidente de Caritas Ucrania, Andriy Waskowycz, el albergue es clave. “Ucrania es un país muy pobre, pero la gente tenía casa propia. Ahora sienten que lo han perdido todo”, dijo. “De vivir una vida europea normal, han pasado por guerra, han vivido en sótanos, algunos han perdido extremidades.”

“Tenemos que ayudarlos ahora, pero tenemos que brindarles apoyo a largo plazo – no 5 años, sino 50”.

Parte del daño no se puede ver. “Zahar es un niño de ocho años muy especial de Luhansk”, dijo Valentyna Bachynska, coordinadora de un centro de Caritas en Kiev que ofrece un espacio para que los niños jueguen y orientación psicológica para aquellos afectados por la guerra.

“En su pueblo hubo intensos bombardeos. La noche que su familia huyó, llovía. Cuando llegó a Kiev y vino al centro, él simplemente vio por la ventana. Dijo que estaba esperando que lloviera porque así se podría ir a casa”.

Los niños en el centro sufren de varias formas de trauma, el cual se expresa mediante agresión, cerrándose, duelo e hiperactividad. Puede que hayan perdido a sus seres queridos, sus mascotas y todos han perdido sus casas.

“Finalmente logramos llegar a Zahar, pidiéndole que dibujara el sol después de la lluvia. Esto lo liberó de su ansiedad y pudo explicarles a los otros niños que después de la lluvia siempre sale el sol”, dijo Valentyna Bachynska.

Las actividades están orientadas a mejorar la comunicación y la apertura: tienen arte, dibujo en arena y movimiento. “Un niño es el espejo de la familia. Lo que está ocurriendo en casa – la ansiedad y el estrés – se refleja a través del niño”, dijo Valentyna Bachynska. Es por eso que hay un programa de padres e hijos que implica trabajo en grupo en

“Ocho pasos para una buena paternidad”.

"Un niño es el espejo de la familia. Lo que está ocurriendo en casa - la ansiedad y el estrés - se refleja a través del niño", dijo Valentyna Bachynska, coordinadora de un centro de Caritas en Kiev

“Un niño es el espejo de la familia. Lo que está ocurriendo en casa – la ansiedad y el estrés – se refleja a través del niño”, dijo Valentyna Bachynska, coordinadora de un centro de Caritas en Kiev

“Sólo quería silencio”, dijo Tatyana Ignatova, una madre joven originaria de Luhansk que ahora vive en Kiev. “Yo me rehusaba a salir del apartamento”. Ella logró escapar de la zona de guerra, durante un cese al fuego temporal, en uno de los tres trenes que salían de la ciudad.

“No fue una decisión difícil, era la única opción. Había habido bombardeos durante un mes. No había futuro en casa, no había empleo, no había infraestructura”, dijo. “Venimos a Kiev en busca de trabajo y por la seguridad y el futuro de los niños”.

Su esposo no trabaja. Ella pasa su tiempo en casa con los niños. No pueden enrolar al pequeño en el parvulario porque tiene que tener una vacuna y los hospitales ya no tienen vacunas. No tienen suficiente dinero para calefacción o para cubrir sus gastos de subsistencia.

“Ahora somos como refugiados de guerra. Es muy estresante”, dijo.

Su hijo de 5 años pregunta todos los días cuándo van a volver a casa y si hay un tanque estacionado en su pueblo. “Él experimentó los bombardeos. Vio a todas las fuerzas militares”, dijo.

El de dos años está hiperactivo hoy, así que ha venido a una sala especial con dibujo en arena para calmarlo. “El dibujo en arena le permite crear sus propias imágenes. Le gusta la sensación de la arena. Podría pasarse ahí todo el día”, dice Tatyana Ignatova.

En la esquina de la sala hay un viejo piano. Las teclas han sido pintadas en los colores del arcoíris y el piano ha sido decorado con dibujos del tiempo, niños expresando diferentes emociones y bancos de parque en diferentes entornos. Es una forma en que los niños se pueden expresar.

Volovya, un niño de 13 años de Donetsk, está sentado al piano. Escoge la nota más alta en el teclado. Es una tecla blanca. “Quisiera soñar escuchando este sonido”, dijo, “soñar con mi hogar y estar con mis amigos”. Por ahora, sin que se vislumbre el final del conflicto militar, la posibilidad de volver a casa para cualquiera de quienes huyeron de guerra sigue siendo un sueño.

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