Casa del Migrante en Ciudad Juarez

Ciudad Juarez migrante houseIsaac Hernández Ceceña tiene el corazón dividido. Aguarda una oportunidad mientras toma aliento en la Casa del Migrante sostenida por Caritas de Ciudad Juárez, en el norte de México. Busca volver al estado de Nueva York, en Estados Unidos, donde tiene a su esposa, dos hijos, y toda la nueva vida que forjó en los últimos 14 años.

Isaac es mexicano, de Santa Cruz, Veracruz. Desde que partió, a los 17 años de edad, nunca había vuelto a su país; su condición de ilegal se lo prohibía. Salir de EU era no volver, pero hace cinco años se casó con una estadounidense y, al nacer su primer hijo, decidieron legalizar su situación. Fue un grave error. Un último trámite, a realizarse en el Consulado de EU en Ciudad Juárez, lo despertaría lejos del sueño americano.

Una vieja deportación desató la orden de prohibirle entrar a EU en al menos 10 años. Le retiraron los documentos que probaban la ejemplar vida que había construido como responsable de un rancho lechero en aquel país.

–¡Qué voy a aguantar 10 años sin mi familia!– explica determinado a cruzar.
–Si yo pudiera traer a mi familia aquí, a México, y darle un futuro, “pus” sí, pero no. Ahorita, en Veracruz está muy duro, están secuestrando. Está muy duro el Cártel de los Zetas.

Pero mientras Isaac espera en la Casa del Migrante de Juárez –ciudad que visitará el Papa Francisco el 17 de febrero próximo–, se le parte el corazón de haber visto de nuevo a sus viejos.

–Se siente rico ver a tus padres, después de tanto tiempo, pero sentí feo que después de 14 años de no verlos, tengo que volver para tratar de cruzar. Imagínese, pienso en mi familia y a la vez pienso en mis padres.

La primera vez que tuvo éxito al pasar, lo hizo caminando por el desierto, al norte de Altar, Sonora. Un pollero (traficante de humanos) le dibujó una ruta que debería recorrer durante 8 días caminando, pero el alimento y el agua que le proporcionó sólo alcanzó para cuatro. Sobrevivió con los charcos verdes del camino y tunas moradas. Llegó sangrando de la nariz y con llagas en los labios, de ahí partió sin dificultad a Nueva York, estado del que nunca salió, hasta hace 6 meses.

Ahora con su hermana, Isaac trató de brincar por Reynosa. Fracasaron cuatro veces. Cuando rencausaron sus pasos hacia Juárez, miembros del Cártel de Golfo los secuestraron. Les pidieron 4 mil dólares para cruzarlos a EU, y los pagaron, pero los mantuvieron encerrados dos meses y sólo con astucia, engaños y más dinero lograron escapar.

Ya en Ciudad Juárez, les pidieron 7 mil dólares por cabeza, la mitad por adelantado, y la otra mitad en El Paso, Texas. Su hermana ya no quiso seguir, regresó.

Pero nuevamente, todo fue una farsa. Un empistolado le dijo que ya no podía rajarse, así que pagó y se subió al auto para que en la garita lo agarrara la migra. Cuatro meses duró en la cárcel.

Ahora aguarda un mejor tiempo en la Casa del Migrante de Juárez. El frío también cobra vidas en el desierto.

Diariamente se pueden escuchar muchas historias parecidas en esta Casa del Migrante, una de las más de 70 que mantiene la caridad católica en México. Este albergue atendió a 6 mil 458 personas el año pasado, la mayoría mexicanos, con alimentos, cama, baño, ropa, teléfono, médico, juegos, deportes y atención espiritual.

Fue fundada por religiosos scalabrinianos en los años ochenta, pasó a los dominicos y ahora la atiende la Diócesis de Juárez, explica su director, el padre Javier Calvillo Salazar.

–Es una obra de caridad que el mismo pueblo la sostiene. La ‘raza’ luego, luego, suelta; no hay nada que yo pueda pedir para los migrantes y que la gente no nos apoye– agrace el padre.

Llegan enfermos con toda clase de males, heridos, al borde del infarto, llagados, torturados; niños solos, mujeres, muchos violentados sexualmente.

“Lo más tremendo es que nadie los defiende”, lamenta Calvillo. Para el padre, es hermoso que el Papa venga a Juárez.

“El Santo Padre sabe la tierra que está pisando. Es Juárez uno de los pasos migratorios más grande del mundo”.

Calvillo anticipa el simbolismo profético del mensaje migratorio de Francisco: lo hará desde México y mirando de cara a Estados Unidos.

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