La falta de agua en Damasco se sufre duramente

“Estamos de vuelta a la edad de la piedra”. Eso es lo que un sirio de Damasco le diría, si le preguntara usted  sobre la situación actual. La capital siria sufre largos cortes de electricidad y escasez de gas y petróleo. La gente no tiene medios para calentarse durante estos fríos días de invierno. Sin embargo, lo que hace que la situación sea realmente catastrófica es la crisis del agua.

Más de cinco millones de personas en Damasco pasaron el Año Nuevo sin agua. El 22 de diciembre se cortó el suministro de la fuente de Ain al-Fijah. Dicha fuente era la única, crucial y salvavidas para la región. Suministraba el 70 por ciento del agua a Damasco y sus alrededores. Se encuentra a unos 20 km al noroeste de Damasco, en el valle del río Barada (Wadi Barada).

Los residentes de Damasco se preocupan por no tener suficiente agua para beber, cuando fue cortado el suministro de agua.

Los residentes de Damasco se preocupan por no tener suficiente agua para beber, cuando fue cortado el suministro de agua. Foto de Caritas Siria

Fuentes del Gobierno afirman que los rebeldes, que ocupan Wadi Barada desde 2012, envenenaron el agua en el manantial, metiendo cantidades masivas de combustible diesel, en la primavera. Los combatientes de la zona han cortado el suministro de agua varias veces en el pasado, como medida de presión para evitar que el ejército invada la zona.

En el valle de Barada, se está combatiendo ahora una batalla entre el ejército sirio y los rebeldes, por el control de la fuente de agua para Damasco. Mientras, un alto el fuego, negociado entre Rusia y Turquía, anunciado la semana pasada, ha reducido la violencia general en todo el país. Sin embargo, no se han detenido los enfrentamientos en todas partes, que han proseguido cerca del Valle de Barada, a pesar de este acuerdo.

Para los millones de residentes de Damasco, las preocupaciones a largo plazo, sobre la guerra en Siria, han sido reemplazadas por la preocupación sobre dónde obtener suficiente agua para beber, lavar los platos, lavar la ropa o lavarse. Desde el 22 de diciembre, la capital siria y sus alrededores se han visto afectadas por una crisis hídrica que ha dejado los grifos secos, causando largas filas en los pozos y forzando a las personas a estirar los recursos que pueden encontrar.

Aunque la población de Damasco estaba generalmente a salvo de la violencia, que ha reducido a otras partes del país a escombros, ya estaba luchando contra un invierno muy frío, los precios altos y la escasez de productos, antes de la crisis del agua.

Mostapha es un hombre de 55 años, padre de cuatro hijos. Nos dice, al recibir un cupón de comida de Caritas: “Ayer esperé tres horas en fila para poder conseguir agua potable, en un jardín público cerca de mi casa. Cuando llegué al grifo, el agua se cortó. Ahora voy a utilizar una parte de este cupón para comprar algo de agua potable, si la tienda tiene algo. La mayoría de los supermercados ya no tienen agua.

El gobierno sirio ha tratado de aliviar la crisis, con camiones de agua de los pozos de la ciudad, pero muchas personas no han recibido nada. Algunos estaban comprando agua de camiones cisterna privados, mientras que otros se aprovechaban de todo lo que podían conseguir. Lamentablemente, los precios del agua embotellada y del agua de camiones cisterna, suministrada por comerciantes privados a hogares residenciales, se han triplicado, con un mercado negro ahora muy próspero.

Sarah, una trabajadora y madre de dos hijos, dice: “Ayer compré agua a un comerciante que estaba pasando. Era muy cara y no sabía su procedencia, si estaba limpia o no, pero no tuve otra opción. Mi tanque llevaba vacío cinco días y necesito darle una ducha a mis hijos y lavar la ropa. No tenemos ropa limpia para ponernos”.

La falta de agua ha aumentado el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua, especialmente entre los niños.

Roula, una mujer de 39 años, madre de tres hijos, afirma: “Mis hijos tuvieron un sarpullido, después de una ducha con agua que compré a un comerciante. No pudimos dormir esa noche. Los llevé al médico, que me dijo que habían recibió muchos casos semejantes aquella semana y es a causa del agua contaminada que estamos obligados a comprar”.

Los pozos de tierra de los alrededores de Damasco, incluso a su máxima capacidad, sólo pueden cubrir un tercio de la demanda mínima de agua, según fuentes de UNICEF.

Moufida, una mujer de 40 años y madre de seis hijos, señala: “No tenía agua corriente en casa desde hacía más de 13 días. No puedo comprar agua. Mando a mis hijos todas las mañanas a la mezquita; esperan en fila durante horas cada día, para llenar jarras del pozo. Usamos eso para beber y para lavar los platos, y recogemos, lo que queda de escurrirlos para el WC.

“Cuando la situación resulta difícil para nosotros, trabajamos en algo”, dice una mujer en un video publicado en Facebook, mostrando cómo utilizó una botella de coca-cola, que convirtió en un grifo, para lavar tazas de té. “Cuando se corta el agua, buscamos agua. Cuando se corta el grifo, fabricamos un grifo”.

El comienzo del año 2017 estuvo lleno de dificultades y agotamiento, para la población de Damasco. La guerra nos ha mejorado las ideas para encontrar soluciones alternativas a los problemas cotidianos, como la electricidad y la crisis del petróleo, pero nadie puede encontrar una alternativa para el agua. Deseamos que esta pesadilla termine pronto.

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