Los refugiados burundeses siguen necesitando asistencia

Madeleine Rwasa tiene más de 70 años. Huyó de Burundi tras los disturbios provocados en 2015 por  la decisión del Presidente Nkurunziza de asumir un tercer mandato. Ella, como otros 50 000  burundeses, vive en el campo de refugiados de Mahama, al este de Ruanda, cerca de la frontera con Tanzania. Madeline Rwasa está sola. Sus tres nietos la han abandonado. A veces el hambre le produce mareos. Ha perdido todos los dientes y sobrevive, como tantos otros, gracias a la asistencia que Caritas Ruanda le proporciona.

Se ha hecho mucho en dos años en el campo de Mahama. Las viviendas semipermanentes han remplazado los miles de tiendas instaladas por la ONU.

Se ha hecho mucho en dos años en el campo de Mahama. Las viviendas semipermanentes han remplazado los miles de tiendas instaladas por la ONU.

Desde mayo de 2015, en el interior de este campo de refugiados, que se extiende hasta más allá de donde la vista alcanza, Caritas Ruanda, con el apoyo de Caritas Internationalis, ofrece ayuda a los más vulnerables, a quienes los programas humanitarios han dejado desatendidos, más de 7000 personas: enfermos, discapacitados  físicos o psíquicos,  madres solteras, mujeres solas o lactantes, niños, personas mayores e incluso refugiados que han sufrido traumas…  Y pretende continuar con su misión más allá de finales de abril de 2017, que era el plazo inicialmente previsto.

¡Ni hablar de abandonarlos!

La situación interna de Burundi  no es en absoluto tranquilizadora y el retorno de los refugiados apenas es viable en un futuro cercano. La tortura, los secuestros y las desapariciones forzadas son el día a día de los burundeses. Como destaca Rachel Felgines, encargada del proyecto de emergencia, “la grave inseguridad alimentaria, añadida a la crisis política, social y económica que atraviesa el país, empuja cada vez más a los burundeses hacia los países vecinos”. Caritas Ruanda lanza por tanto un llamamiento de emergencia; se estima que el coste de la prolongación de sus actividades durante otro año será de algo más de 600 000 euros.

Se ha hecho mucho en dos años en el campo de Mahama. Las viviendas semipermanentes han remplazado los miles de tiendas instaladas por la ONU y han aparecido pequeños huertos aquí y allá, entre las casas de adobe y ladrillo. Caritas Ruanda se esfuerza, además, por responder a las necesidades que no son tenidas en cuenta por otras ONG. Así pues, ha distribuido ropa interior a las mujeres y a las chicas jóvenes, una manera también de ayudarlas a recuperar su dignidad, puesto que además, en este entorno, las mujeres solas están expuestas al acoso y a la explotación sexual.

Caritas Rwanda supports 7000 people in the camp.

Caritas Ruanda, con el apoyo de Caritas Internationalis, ofrece ayuda a los más vulnerables.

Por otro lado, la ayuda alimentaria ofrecida por los organismos de la ONU consiste básicamente en granos de maíz y judías secas, lo que no es bueno para numerosos refugiados vulnerables que, como Madeleine Rwasa, tienen necesidades específicas. Sin la intervención de Caritas, que les distribuye harina enriquecida (Sosoma), así como alimentos frescos y platos ya cocinados, estas personas estarían condenadas a morir de hambre. Otro campo de acción: el apoyo psicosocial del que se benefician cerca de 500 personas víctimas de violencias y traumas de todo tipo. Además, el personal de Caritas Ruanda participa también en actividades de reforestación iniciadas por una ONG, porque el establecimiento del campo de Mahama ha traído consigo una importante deforestación, lo que aumenta el riesgo de erosión.

Caritas Ruanda quiere ir más allá de la ayuda de emergencia

Dado que la crisis se prolonga en Burundi y que es probable que el exilio de los burundeses persista, Caritas Ruanda pretende, de ahora en adelante, apostar más intensamente por actividades que puedan hacer que los refugiados tomen las riendas y lleguen a ser autónomos. La idea es acompañarlos aún más en la elaboración y la gestión de actividades que generen ingresos, la creación de asociaciones femeninas de ahorro y crédito comunitarios, y la planificación de huertos para la producción de legumbres que mejoren la nutrición diaria de las familias. Rachel Felignes, que estuvo en el lugar en enero de 2017, especifica: « un agrónomo estará presente a lo largo de toda la duración de esta actividad ». Gracias a la puesta en común de sus cuotas, las mujeres ya han conseguido abrir una tienda en la que se venden judías, arroz, carbón vegetal, maíz y aceite.

Caritas Ruanda se apoya en una treintena de voluntarios, escogidos de entre los refugiados, a los cuales ha sido necesario dar formación, particularmente en lo que respecta a la escucha activa. Entre ellos hay un médico, un peluquero, profesores, agricultores, informáticos, etc. Se les ha enseñado a controlar su rabia, a mostrarse tolerantes. Algunos beneficiarios no vacilan en decir que corren el riesgo de morir de hambre si Caritas Ruanda deja de prestarles asistencia. La calidad del recibimiento, la actitud caritativa y los esfuerzos por resolver los conflictos y por devolver la alegría y la esperanza también son muy apreciados.

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