En el frío estremecedor de Mongolia: un vistazo entre bastidores

Es muy difícil dormir cerca de una vaca. El que la cabeza de uno esté al mismo nivel de su trasero no es muy alentador. La vaca y algunas cabras están dentro porque están débiles por el hambre. Si estuvieran afuera, en el frío de menos 40 grados, morirían pronto.
El enorme perro peludo sí está afuera, protegiendo de los lobos al resto de los 500 animales del rebaño. Mi colega, la fotógrafa Katie Orlinsky, amante de los perros, protestó por esta injusticia. Yo fui menos expresivo.


Nos estamos alojando en el ger de Davaadorj y su esposa Chuluunkhuu. Un ger es el equivalente mongol de lo que los extranjeros llaman una yurta. Son tiendas de campaña redondas, de una habitación, hechas de felpa que los pastores nómadas de la estepa desmontan y embalan varias veces al año para llevar a sus animales a buscar pastizales. Ger significa literalmente hogar y son tan icónicos de Mongolia que Caritas Mongolia ha incorporado uno en su logotipo.

Esta es un área remota del occidente de Mongolia. Para llegar aquí, salimos al amanecer de Ulaangom, la fea capital provincial de la provincia de Uvs. La mayor parte del viaje en coche fue fuera de carretera, primero por llanuras congeladas, luego dando tumbos cuesta arriba hasta llegar a lo alto de las montañas cubiertas de nieve.

Para el viaje yo llevaba: ropa interior larga y camiseta de lana italiana, dos camisas de manga larga, dos jumpers, pantalones de tweed, dos pares de guantes, un sombrero ruso de piel, pantalones y chaqueta acolchados que me habían prestado, muchos pares de calcetines y botas de pato.

Llegamos a eso de las once, tras unas seis horas de viaje, sin ver un alma por el camino. Nos recibieron como siempre, con una taza de té. No me gusta mucho el té lechoso y salado, pero me encanta la adicción mongola a caramelos duros. Nos apiñamos cerca de la estufa caliente para explicar nuestra misión.

Durante los últimos dos años, Mongolia ha experimentado lo que llaman un dzud. Eso es cuando los animales mueren en grandes cantidades por inanición o porque se congelan hasta la muerte.  Debido a una terrible sequía el pasado verano y al frío severo de este invierno, los pastores se enfrentan a una primavera dura.

Un dzud ocurría «una vez cada año del mono», que se traduce como «de Pascuas a Ramos». Sin embargo, se están volviendo cada vez más frecuentes debido al cambio climático y al sobrepastoreo, lo que obliga a los pastores a recoger su ger y emigrar a las ciudades, en donde los espera la pobreza y la contaminación.

Caritas Mongolia les suministra forraje, heno y alimentos para que mantengan vivos a los animales; asimismo, trabaja en Ulán-Bator ofreciendo jardines infantiles y capacitación técnica para familias que se han trasladado del campo.  Estamos aquí para contar una historia.

Davaadorj lleva a sus animales a pastar poco después de nuestra llegada. Se lleva a Katie con él, a caballo. Hacer fotografías no es una tarea fácil. Yo me puedo quitar el par de guantes exteriores 30 segundos antes de que se me empiecen a congelar los dedos. Usar un teléfono inteligente es más difícil, porque uno necesita tocar la pantalla táctil con la piel de los dedos. Y si uno se queda afuera durante mucho tiempo, el teléfono y la cámara igual se congelan.

Vuelven a las seis. Los animales están encerrados. Chuluunkhuu llena la estufa una última vez con el estiércol seco que se utiliza como combustible. Luego empezamos a preparar pequeñas bolas de masa rellenas de carne para cenar. Se hacen con cebolla y cordero troceado, se envuelven en una masa como pasta y luego se cuecen al vapor con agua de nieve hervida.

Davaadorj y Chuluunkhuu hablan de la vida mientras les enseño a sus dos hijos pequeños a hacer aviones de papel.  La pareja se conoció en una fiesta de verano, se casaron, tuvieron hijos y se mudaron a las montañas. Todos los pastores a quienes les pregunté me dijeron que no se quieren ir, pero quieren una vida diferente para sus hijos.  La mayoría tiene familia en Ulán-Bator y es ahí a donde quieren que vayan sus hijos.

Es difícil imaginar cambiar la majestuosidad de la estepa por el hacinamiento y la contaminación de Ulán-Bator. Una de las familias que conocimos ahí pasa nueve horas para ganar 8US$ al día rebuscando entre la pila de basura de la ciudad. Katie describe la pila de basura y sus rebuscadores como un «paisaje distópico de muerte».

De vuelta en el ger, Davaadorj nos contó que él no es muy aficionado a la lucha, el deporte nacional. Prefiere cantar y de algún lugar en la garganta produce una armonía de dos tonos. Es un sonido determinado por la naturaleza y siglos de tradición.  Luego nos ofrece Airag, un licor hecho de leche de yegua fermentada. Quizás, si hubiera bebido más, me hubiera olvidado de la vaca y hubiera dormido mejor. Apenas di unos sorbos por educación porque no me apetecía ir afuera si necesitaba ir al baño, con eso del frío y los lobos.

Buuz (Bolas de masa rellenas y cocidas al vapor tradicionales de Mongolia)

Ingredientes

Para la masa:
250 g (8.82 oz) de harina
150 ml (0.634 taza) de agua tibia
Una pizca de sal

Para el relleno:
300g (10.58 oz) de carne de carnero picada
1/2 cebolla troceada
Sal y pimienta (al gusto)

Instrucciones

  1. Prepare el relleno:
    Mezcle la carne picada y la cebolla.
    Añada agua hasta que la mezcla esté lo suficientemente blanda para manipularla.
    Añada sal.
  2. Prepare la masa:
    Mezcle la harina, el agua y la sal para crear una masa maleable.
    Déjela reposar 15 minutos
  3. Forme un tubo con la masa.
  4. Corte trozos del tubo y extiéndalos en forma circular. Asegúrese de que el centro sea más grueso que los bordes.
  5. Coloque una bolita de relleno al centro de cada círculo.
  6. Presione los bordes en la parte superior, dejando un pequeño hueco para que salga el aire.
  7. Cocine las bolas al vapor por 20 minutos.

Esta receta es para 1 o 2 personas.

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