Ayuda para Guta, Siria, devastada por el asedio más largo de la historia moderna

La familia de Lina ha sufrido la muerte, el hambre y la pérdida de su vivienda, y se ha visto privada de sus bienes básicos a causa de la guerra civil siria.

Viven en Guta Oriental, una zona que ha soportado “el más largo asedio de la historia moderna”, según afirmaba Naciones Unidas en un reciente comunicado.

Lena's son in the rubble of houses destroyed by the war in Eastern Ghouta, Syria

El hijo de Lina entre los escombros de casas destruidas por la guerra en Guta Oriental, Siria.

En abril de 2013, la fuerzas progubernamentales cercaron lo que entonces era una zona controlada por los milicianos y colindante con Damasco, la capital de Siria. Sus habitantes fueron bombardeados y privados de alimentos y medicinas hasta la captura de dicha zona por las fuerzas del Presidente Bashar al-Assad, apoyadas por Rusia, en abril de este año.

“Estábamos muriéndonos de hambre”

“Nos hemos estado muriendo de hambre en los últimos años”, cuenta Lina, de 40 años y madre de cinco niños, en un austero bloque sin ventanas en el que su familia encontró refugio. “Han sido más los días que nos hemos ido a dormir hambrientos que los que hemos comido”.

“Hacíamos pan de cebada, un trozo pequeño para cada uno de nosotros, eso era todo lo que comíamos al día”, añade. “Mis hijos y los hijos del vecino iban al vertedero a buscar cosas de comer entre la basura”.

Por favor, realice una donación a Caritas para que podamos ayudar a familias como la de Lina.

Lena's family is among Syria's 6.1 million internally displaced people.

La familia de Lina está entre los 6,1 millones de personas internamente desplazadas en Siria.

La guerra de Siria, ya en su octavo año, es una de las peores catástrofes humanitarias a nivel mundial que haya habido jamás. La mayoría de los expertos internacionales calculan que más 500 000 personas han muerto en actos de violencia.

Naciones Unidas estima que 13,1 millones de personas dependen de ayuda humanitaria dentro del país, y 5,6 millones están en situación de grave necesidad.

Expulsados de su casa

Lina, su marido Hussein y sus hijos – dos niñas y tres niños de entre 7 y 20 años – se trasladaron a otra parte de Guta tras ser obligados a abandonar su casa.

“Mi marido era agricultor y teníamos una bonita parcela llena de olivos”, cuenta Lina. “En 2012, grupos armados entraron en nuestro pueblo y nos ordenaron que saliéramos de nuestra casa inmediatamente, sin dejar que nos llevásemos ninguna de nuestras pertenencias”.

“Nos dijeron que nos dejarían volver a casa en dos horas”, añade. “Esas dos horas resultaron ser más de seis años”.

Durmieron en la calle durante varios días hasta que un vecino de la zona los guio hasta este edificio abandonado, donde establecieron su hogar.

Done hoy a Caritas

 

The building that Lena's family now calls home.

El edificio al que la familia de Lina llama ahora “hogar”

Quemando bolsas de plástico para producir calor

Lina también está criando al sobrino de su marido, Abdul-Rahman, de 10 años, a cuyos padres mataron en la guerra.

Ella lo trata como a un hijo y dice que lo cuida más que a sus propios hijos porque está paralítico. No puede mover ni los brazos ni las piernas.

“Lo más difícil en este apartamento es que no tenemos puertas ni ventanas que podamos cerrar”, dice Lina. “Solo usamos cortinas. Durante el invierno es imposible entrar en calor”.

“Lo que hacíamos era recoger bolsas de plástico de la basura para quemarlas y producir calor”, añade. “Abdul Rahman era el que más sufría el frío ya que no puede moverse para mantenerse caliente”.

Ayuda de Caritas Siria

Sin embargo ahora, desde que se levantó el asedio, hay razones para la esperanza. Algunas organizaciones humanitarias han comenzado a entrar en Guta para ayudar a 400 000 familias de la zona que tienen una urgente necesidad de asistencia.

Caritas llegó a la zona en julio y, cooperando con Hifzalnema Islamic Charity, ha distribuido 1480 cestas de alimentos, 1000 paquetes de verduras frescas y 600 cajas de pañales.

La familia de Lina está entre aquellas a las que Caritas ha ayudado.

“Aunque no tenemos ni electricidad ni agua, ahora vivimos en el paraíso en comparación con el pasado”, dice Lina.

“Por lo menos mis hijos están comiendo pan. Han empezado a saber qué es el dinero. Galletas, fruta, patatas fritas…, no tenían ni idea de qué significa todo eso”.

La alegría de tener ropa nueva

Lena is pleased that her children now have new clothes.

Lina está contenta de que sus hijos ahora tengan ropa buena.

A Lina se le han levantado los ánimos viendo cómo sus propios hijos llevan ropa adecuada por primera vez en años.

“Ahora llevan zapatos, zapatos de verdad”, dice Lina.

“Cuando ahora veo a un joven del pueblo con ropa bonita me pongo muy contenta”, añade. “Durante los últimos años hemos visto cómo la gente solo llevaba andrajos”.

Por el momento, siguen enfrentándose a grandes dificultades, incluida la inflación y el invierno que está por venir.

La inflación es tan elevada que los ahorros casi no valen nada. “Mi hija había ahorrado un billete de cinco libras sirias durante muchos años, soñando que lo usaría para comprarse una galleta cunado la guerra terminase”, dice Lina. “Descubrimos que la galleta más pequeña cuesta ahora más de 50 libras sirias”.

Lena's daughter holding a bank note

Este billete de cinco libras ya no es suficiente para comprar galletas.

Además, con sus infraestructuras totalmente destruidas, Guta sufre una falta de electricidad y agua que está poniendo en peligro las vidas.

“Mi mayor preocupación siempre ha sido el invierno”, dice Lina. “El frío hace que todos nuestros problemas sean aún peores”.

“Pronto volverá este tiempo frío y no tenemos medios para defendernos de él”, añade.

“Sin ventanas ni puertas en nuestras casas, sin ropa de abrigo para nuestros niños, sin electricidad. El combustible es extremadamente caro”.

Esperanza de volver a casa

Y la guerra no ha terminado. Están aumentando los temores de una posible ofensiva del gobierno contra la región de Idlib, controlada por los rebeldes.

Naciones Unidas ha advertido que una ofensiva en Idlib podría precipitar una catástrofe humanitaria en una zona en la que viven 3 millones de personas.

Lina teme por su hijo mayor, quien hace poco se alistó en el ejército para el servicio militar y ha sido enviado a Idlib.

“Rezo día y noche para que Dios lo proteja”, dice Lina rompiendo a llorar.

Aun así, la familia está llena de esperanza. Quieren volver a su pueblo natal.

“Estamos pensando regresar a nuestro pueblo pronto”, afirma Lina. “Nuestra casa ha sufrido daños y ha sido saqueada por ladrones, pero podemos hacer algunas reparaciones y vivir allí”.

“Ahora dependemos de la ayuda humanitaria porque no hay oportunidades laborales; es mejor volver a casa”, añade. “Gracias a Dios, nuestro terreno sigue lleno de olivos así que mi marido podrá trabajar en él para mantenernos”.

A lo largo del último año, Caritas ha ayudado a 850 000 personas en Siria, invirtiendo 87 millones de dólares ($) en ayuda humanitaria.

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