Una historia de esperanza durante el adviento

Volvemos a visitar a una madre rohingya 16 meses después de su llegada a un campamento de refugiados en Bangladesh

Los dolores de parto de Senowara ya habían empezado cuando huyó de Myanmar hace 16 meses. Tras cinco días de caminar por el bosque no podía aguantar más. Su hijo nació al borde del camino, bajo una lona, apenas hora y media después de haber cruzado la frontera hacia Bangladesh.

Conocimos a Senowara, una refugiada rohingya, en octubre de 2017 y publicamos su historia. Inmanuel, de nuestro equipo de Caritas Bangladesh, la ha visitado para ver cómo van ella y es familia.

Senowara cargando a Korban, acompañada de sus otros 3 hijos. Inmanuel Chayan Biswas/Caritas Bangladesh

«Lo que primero que observé cuando entré en su casa», dice Inmanuel, «fue que el rostro de Senowara irradiaba alegría y satisfacción, ya no la pena y el sufrimiento que tuvo que soportar cuando llegó aquí».

¿Y el bebé? El pequeño Korban, que ahora tiene 16 meses, duerme apaciblemente en una hamaca improvisada. Sus tres hermanos están fuera, jugando en los espacios acogedores para los niños que se han creado en el campamento. «Ahora estamos a salvo», dice Senowara.

Caritas unida

Caritas ha ayudado a casi medio millón de refugiados rohingya en el último año. Puede que nuestro equipo de base en Bangladesh sea relativamente pequeño, pero la red mundial de organizaciones Caritas está detrás de ellos, aportando fondos y pericia técnica cuando es necesario.

Desde el primer suministro urgente de agua y vivienda, nuestro programa ha crecido para incluir cavar pozos entubados, construir cientos de letrinas y zonas de baño, sembrar árboles y fortalecer viviendas.

Nuestro proyecto Barefoot Counsellor (Orientado Descalzo) realiza con regularidad debates comunitarios sobre protección en contra la trata de personas y la violencia con base‑ en género.

El equipo de Caritas Bangladesh está a diario con los refugiados, conociéndolos, escuchando sus inquietudes y celebrando sus logros.

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Escape de Myanmar

Para Senowara, esta atención y esta compasión lo han cambiado todo. En agosto de 2017, con apenas 25 años y en estado avanzado de embarazo, tuvo que coger a sus tres hijos y huir de su aldea en Myanmar. «Cuando el ejército nos perseguía salimos huyendo hacia Bangladesh», nos cuenta. Pero su esposo no estaba con ella.

«A mi esposo le dispararon en la pierna cuando escapábamos de Myanmar y se lo llevaron a Bangladesh para tratarlo, pero sin mí, porque ya me habían empezado los dolores de parto».

Así que el pequeño grupo de Senowara huyó hacia lo desconocido sin protección. «Solo Dios sabe cómo logré llegar aquí en mi estado», dice. «Cada paso que dábamos era muy doloroso y tenía que caminar durante cinco horas al día».

Afortunadamente su cuñada, Shetara, estaba con ella. Ella es una habilidosa comadrona y la apoyó durante el traumático parto al descampado. La cubrió con una lona para que no la vieran y cortó el cordón con un fragmento de bambú.

Korban llegó a la vida en un campamento de refugiados. Los habitantes locales ayudaron a Senowara a llegar a la clínica. «Estaba sorprendida al ver la generosidad que me mostraron, a una extraña», recuerda.

Mientras estaba en el hospital recibió más buenas noticias. Su esposo estaba vivo y recuperándose, y estaba relativamente cerca. Pronto, la familia de Senowara se reuniría.

Senowara y sus hijos, octubre de 2017. Photo by Mahmud Rahman/CRS

«Muchas personas llegaron a ayudarnos»

Ahora empezó otra batalla, encontrar albergue, comida y necesidades básicas.

«Cuando llegamos aquí», explica Senowara, «esta zona era solo colinas cubiertas de selva. Estábamos expuestos al sol y la lluvia durante el día, luego, por la noche, teníamos miedo de la oscuridad y los elefantes. No teníamos dónde vivir, nada que comer. Pero una a una, muchas personas llegaron a ayudarnos».

Esto fue cuando la familia llegó al área de Caritas Bangladesh en el campamento de refugiados. Recibieron materiales de construcción, ollas y utensilios de cocina y provisiones alimentarias.

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«La mayoría de las cosas que tengo en casa me las dio Caritas en el campamento anterior», explica Senowara, que desde entonces se ha mudado a otra zona. Aunque mi esposo no puede hacer trabajos pesados después de sus lesiones, la familia al menos vive libre de temores.

«Todavía recuerdo la vida a la que estábamos forzados a vivir en Myanmar», dice. «Teníamos miedo todo el tiempo. No podíamos viajar o trabajar en otros lugares porque era prohibido. Finalmente mi familia y yo estamos a salvo de cualquier tipo de tortura o persecución».

Añade simplemente: «Podemos dejar la puerta abierta mientras dormimos».

Ahora, su preocupación más inmediata es encontrar trabajo regular y la educación de sus hijos. «Si nosotros morimos», pregunta Senowara, «¿qué les deparará el futuro? ¿Cómo sobrevivirán? Queremos que nuestros hijos reciban educación para que tengan un futuro brillante».

Un futuro incierto

Ella y su esposo son muy conscientes de que, como refugiados, sus perspectivas a largo son muy precarias, «incertidumbre y penurias por todos lados», como ella dice.

Las condiciones en un campamento para casi un millón de personas no son como para llevar una vida normal; sin embargo, Caritas cree que la repatriación a Myanmar es imposible mientras no se pueda garantizar la seguridad de los rohingya. Se debe reconocer su situación legal como ciudadanos y debe haber una reconstrucción y un desarrollo adecuados en el estado de Rakhine, en donde prácticamente todas las aldeas y las cosechas han sido reducidas a ceniza.

«Solo volveremos si nos devuelven nuestras pertenencias y nuestros derechos», dice Senowara. «Vinimos aquí tras sufrir torturas brutales. No nos arriesgaremos a que nos vuelvan a tratar así, a regresar sin ninguna garantía».

La familia Caritas

El presidente de Caritas Internationalis, cardenal Tagle, en el campamento de refugiados

«No cerremos nuestros corazones o miremos a otro lado», dijo el papa Francisco, que lloró al reunirse con un grupo de refugiados rohingya el pasado diciembre. «Que cada uno de nosotros responda a su manera».

Durante su visita a los campamentos en Bangladesh hace una semana, el presidente de Caritas, cardenal Luis Antonio Tagle, habló enérgicamente de la diferencia que puede hacer un equipo como Caritas Bangladesh cuando la fuerza de toda la familia Caritas lo apoya.

«La misión de una comunidad se convierte en la misión de todos», dice. «Aquí veo la  esperanza que la Confederación Caritas puede darle a la gente nuestro testimonio de amor y preocupación ara cualquiera, sin importar quién es. Mientras necesiten solidaridad, amor y compasión, Caritas estará allí».

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