Todos asumieron que Ahmed Abu Watfa no viviría más allá de su primer cumpleaños. Desde que nació era claro que algo iba muy mal. No podía amamantar, la leche que se le daba le salía por la nariz, perdió peso y los diferentes medicamentos que le dieron no hicieron ninguna diferencia.
Su familia vive en medio de un laberinto de callejuelas en el campamento para refugiados Al Shati, en una de las áreas más empobrecidas de Gaza, que sufre los estragos del conflicto. Su madre, Om Muath, 24, dice que al ver cómo se deterioraba la salud de su bebé, los vecinos le aconsejaron que se despidiera de él, ya que creían que no sobreviviría.
La gente tenía infinidad de razones para esperar un desenlace trágico. La familia de Ahmed vive en la pobreza, él, sus dos hermanos y sus padres duermen en una sola habitación. Su padre trabaja como chófer, ganando 1,5 USD al día. Debido a que el sistema de salud en Gaza está en crisis, la familia no tenía posibilidades de obtener los cuidados que el bebé necesitaba.