Hace diez años, comenzó el conflicto en Darfur y todavía hay 1,4 millones de personas viviendo en campamentos de desplazados. Nana Anto-Awuakye, de Caritas Inglaterra y Gales-CAFOD, acaba de regresar de Darfur y comparte con nosotros sus reflexiones sobre la vida de las comunidades desplazadas en Darfur.
El campamento Hassa Hissa en la región de Darfur Central en Sudán alberga a poco más de 60.000 personas. La clínica es un edificio muy importante en el campamento, ya que sus servicios abarcan tanto a las comunidades anfitrionas como a los habitantes de los campamentos.
La contraparte de Caritas, Ayuda de la Iglesia Noruega (NCA), está preocupada por el flujo constante de nuevos refugiados que también están llegando este año - a pie, en burro y en vehículos alquilados. Dicen que este incremento repentino en las cifras ha puesto una fuerte presión en los limitados fondos y recursos.
Uno de los grandes éxitos del increíble programa humanitario de NCA durante los últimos diez años en Darfur es cómo, junto con los habitantes, la organización logró llevar agua al campamento.
Ayuda de la Iglesia Noruega (NCA) ha dado a familias vulnerables artículos de hogar como cubos de plástico y un bidón.
La gente encuentra cada vez más difícil el poder retornar a sus aldeas debido al continuo conflicto entre el gobierno y grupos rebeldes, y a la lucha interétnica entre tribus; por consiguiente, está haciendo lo que puede por forjarse una vida en los campamentos.
En los límites del campamento de IDP (Desplazados Internos) de Majak Deng Kaya, en Agok, se encuentra esta mujer sentada bajo un solitario árbol al que ahora llama “casa”. Tiene la mirada perdida; después empieza a llorar.
El hospital es el único que opera en las montañas Nuba del Estado de Kordofán del Sur, el cual proporciona asistencia básica y una variedad de servicios de apoyo a más de 150 000 personas al año.
Los bombardeos aéreos han hecho que sea imposible la agricultura. La falta de alimentos podría dar como resultado un gran número de casos de malnutrición aguda e incluso muertes.
Nawal, de 27, se sentía un “poco confusa cuando unas personas se presentaron un día en su choza, haciéndole preguntas sobre su hija. “Le midieron un brazo para ver lo delgada que estaba”, recuerda ella. Sin embargo, hay algo de entonces que ella recuerda muy bien: la familia pasaba hambre: “En casa no teníamos nada ...