Trabajadores inmigrantes africanos explotados en Italia

Caritas center in Caserta. Photo by Hough/Caritas

Centro de Cáritas en Caserta. Foto por Hough / Caritas

Jean *, un inmigrante africano expoited por los empleadores en Italia, cuenta su historia.

En 2006, yo estudiaba inglés y alemán, en Costa de Marfil, cuando al ambiente político empezó a caldearse. Yo formaba parte entonces de un movimiento político y, en un determinado momento, me di cuenta de que, si quería llegar a tener alguna oportunidad para convertirme un día en profesor de idiomas era mejor salir de mi país.

Nunca olvidaré mi viaje a Europa. Fue horrible. Me robaron, estuve detenido y me apalearon. Parte del viaje por el desierto la hice en auto, junto con otras personas, pero luego nos descargaron allí. Estuve andando durante tres días, sin comida ni agua. Por la noche, solíamos enterrarnos en la arena, para estar más frescos durante el día.

Mientras estábamos en el desierto, nos robaron y se llevaron todo lo que teníamos, incluso nuestra ropa. Luego, unos soldados libios nos recogieron y nos encarcelaron.

Junto con otros, conseguí escapar de la prisión. En mi país estaba mucho mejor que en Libia, pensé, sin embargo me di cuenta de que no había manera para volver a casa, porque no tenía documentos. Un hombre de Ghana me dijo que era mejor que me fuera a Europa, en vez de quedarme en Libia. Y me contó que allí podría estudiar y conseguir un diploma.

Yo estaba trabajando entonces como albañil y pude pagar 1200 USD a unos libios, que me dijeron que me llevarían a Europa en barco. Poco después, me enteré de que se habían ahogado 150 migrantes en el Mediterráneo, pero ya no había marcha atrás sobre mi viaje, no podía cambiar idea, porque habría perdido el dinero.

Había unas 70 personas abarrotadas, en un pequeño bote. Llegamos a Lampedusa (una isla italiana, cerca de Sicilia) y luego nos mandaron a Roma. Allí, unas monjas me enseñaron italiano y fue bueno poder aprender de nuevo un idioma.

Pocos meses después, las autoridades italianas me negaron la autorización de residencia. Y me echaron del campamento en el que vivía y entonces empecé a dormir a la intemperie… Solía ir a comer al Centro Jesuita para Migrantes.

Alguien me sugirió que podría conseguir un trabajo si iba a Nápoles, por eso me fui a Caserta (cerca de Nápoles) y me quedé a dormir en la Caritas, donde me dieron comida, ropa y ayuda. Empecé a ir, por la mañana temprano, a una rotonda en la que esperaban los trabajadores inmigrantes a que les ofrecieran un jornal.

Al cuarto día, una mujer me ofreció un jornal recolectando tabaco. La jornada era desde las 5.30 de la mañana, a las 17.30 de la tarde por 25 (US$28) al día. Yo no tenía muchas otras opciones, porque no tenía documentos.

Los empleadores saben que pueden hacer lo que quieran contigo, cuando estás sin papeles. Después Bajé a Rosarno (sur de Italia), para recoger naranjas por un tiempo y luego regresé a Nápoles, donde conseguí un trabajo con un electricista, porque yo había estudiado algo de electricidad. Se suponía que me iba pagar 5 euros la hora, pero después de un mes de trabajo, que me dio sólo 250 euros, en lugar de 1.200 euros. Dijo que si me pagaba el importe total, Caritas me haría abandonar el lugar donde me alojaba. Y de todos modos, luego me despidió . Todos sabían que no tenía papeles y que tenía miedo de que me mandaran a la cárcel.

Después de eso, empecé a trabajar recolectando tabaco para otra mujer. Ella dijo que me pagaría después de dos meses, pero en lugar de eso, no me pagó nada. Caritas me consiguió un abogado para recuperar el dinero, pero no pudimos conseguirlo.

Ahora tengo mis papeles reglamentarios, gracias a que el Gobierno italiano hizo una amnistía para los inmigrantes. Todavía sueño con un futuro. Estoy trabajando como mediador para inmigrantes, aquí en el centro de Caritas y formo parte del Movimiento de Inmigrantes y Refugiados de Caserta. Siento que puedo ayudar a la gente a cambiar vida y quiero utilizar mi experiencia con el racismo para conseguirlo.

Dicen que la esclavitud fue abolida, sin embargo, todavía existe pero parece ser invisible. Es inhumano tratarnos así. Necesitamos leyes contra la explotación y todos debemos trabajar juntos – toda la gente, de todas las diferentes razas – por las generaciones futuras.

*Nombre cambiado para proteger la identidad

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