La pandemia de la COVID-19 puso de relieve el papel crucial de la mujer en la construcción de sociedades sanas, sostenibles y eficaces, para satisfacer las necesidades de las personas, especialmente las más frágiles.
Desde las familias y las comunidades, hasta los más altos niveles de los órganos de gobernanza y liderazgo, las mujeres han demostrado que está en su naturaleza liderar, promover y animar de forma cooperativa y constructiva en tiempos de crisis.
Un proyecto implementado por Caritas Filipinas y animado sobre todo por mujeres es ejemplar para explicar la capacidad de recuperación que ellas aportaron a las comunidades.
En el momento del despliegue inicial de las vacunas, en Filipinas, los casos de COVID seguían aumentando y el país era el segundo más afectado del sudeste asiático. Se afirmó que, según el informe de marzo de 2021 de Human Rights Watch, la respuesta del gobierno de Filipinas a la Covid-19 había dado lugar a graves violaciones de los derechos humanos. Además, en ese momento, Filipinas tenía un 17,7% de desempleo y un 30,7% de índice de hambre.
Jing Henderson, responsable de Incidencia de Caritas Filipinas, explica la respuesta a esa situación: “Adoptamos la idea de las Estaciones de la Bondad de Caritas, iniciadas en una de nuestras diócesis, y diseñadas con la convicción de que la única manera de combatir los efectos de la COVID era contrarrestando el egoísmo y la cerrazón con la bondad, la generosidad y la compasión.
Las Estaciones de la Bondad de Caritas estaban dirigidas por voluntarios de la parroquia y la comunidad o por miembros de grupos de ahorro y autoayuda – ¡en su mayoría mujeres! Funcionaba como una tienda comunitaria, en la que se invita a todo el mundo a llevarse lo que necesiten para el día y compartir algo a cambio – verduras de su huerto, una botella de salsa de soja o un kilo de arroz – creando así un proceso virtuoso de dar y recibir y poniendo de relieve el inestimable valor de compartir en tiempos de soledad”.
Además con las Estaciones de la Bondad, Caritas Filipinas también estableció equipos de monitoreo, evaluación, rendición de cuentas y aprendizaje, dirigidos por la comunidad, predominantemente dirigidos por mujeres y compuestos por ellas. Estos equipos han sido fundamentales para aumentar la rendición de cuentas y el intercambio de observaciones y comentarios dentro de las comunidades. Todo ello reveló algunos aspectos intrínsecos de la naturaleza de la mujer. Ellas desempeñaron un papel importante en la respuesta a la COVID-19: el pragmatismo y la búsqueda de soluciones concretas, la tendencia a planificar, la capacidad de sensibilización y de demostrar solidaridad, la empatía, la flexibilidad, la capacidad de “cuidar” tanto de las familias como de las comunidades en las que viven. Y su predisposición a ponerse en primera línea por el bien común, ya sea familiar o comunitario.