Un año de guerra en Ucrania. Gente del sótano

Una familia de Kharkiv estuvo viviendo en un sótano durante 200 días

Hace frío y hay corrientes de aire en el sótano de ese edificio de 16 plantas, en la zona norte de Saltivka. Tuberías de comunicación polvorientas se extienden a lo largo de las paredes, hay cables que cuelgan del techo. Cuesta creer que la gente pueda vivir en esas condiciones durante mucho tiempo. No sólo se refugiaban periódicamente allí de los bombardeos, ¡sino que estuvieron viviendo realmente durante al menos 200 días! Aquí pasaban todo el tiempo, dormían y preparaban su comida.

Pero entonces ves algo que te arranca una sonrisa. Son los dibujos con tiza de los niños en las paredes. Y las inscripciones: “Amo Ucrania”. Son las huellas dejadas por los habitantes más jóvenes del sótano, intentando divertirse durante los periodos de silencio. Dejaron sus dibujos como prueba de los días pasados aquí.

La familia de Viktor se instaló en el sótano en los primeros días de la invasión a gran escala. “Vivíamos en el piso 16º del edificio. El 24 de febrero, mi mujer me despertó a las cinco de la mañana”, recuerda Viktor. “No podíamos ni pensar que empezaría en nuestra ciudad. Empezamos a despertar a los niños – tenemos tres. Mi mujer estaba tan confusa que cayó en una especie de estupor. Nos sentamos de cuclillas, temblando y llorando. Menos mal que mamá estaba cerca. Ella reaccionó con mayor determinación y coordinación ante la situación. Empezó a recoger a los niños. Bajamos las escaleras y corrimos a la guardería, donde mi mujer trabaja como cocinera. Mientras corríamos, oíamos explosiones… Todo aquello silbaba literalmente sobre nuestras cabezas”.

La guardería tenía un sótano, donde la familia pasó casi una semana. Un pequeño edificio de dos plantas parecía más seguro en esta situación que un enorme edificio de varias plantas. Viktor visitaba periódicamente su apartamento en momentos de calma, para recoger algunas cosas. Durante una de estas visitas, se encontró con unos vecinos que ya habían organizado una “vivienda” para ellos en el sótano de su casa. Les invitaron a unirse. Al principio Viktor dudó, pero entonces ocurrió algo que acabó por convencerle: varios edificios altos fueron destruidos en el norte de Saltivka.

“No puedo explicarlo. Pero, desde un punto de vista técnico, vi con mis propios ojos que el piso 16º quedó destruido, pero la gente del sótano sobrevivió”, dice. Poco a poco, otras familias se unieron a ellos. En distintos momentos, su número varió de tres a diez. Las habitaciones más pequeñas estaban situadas a ambos lados del pasillo central, y cada familia las dispuso a su discreción.

Más tarde, se enganchó la electricidad al sótano para poder cocinar la comida y encender ocasionalmente los calentadores. Se reservó una habitación para los “tratamientos de agua” y un retrete, que se servía con un cubo normal. La vida iba mejorando poco a poco. Aun así, la guerra hacía imposible relajarse ni un momento. Viktor recuerda cómo una mañana soleada – cercana a la primavera – sacó a los niños a respirar aire fresco durante unos 15 minutos. Todo estaba tranquilo y apacible cuando, de repente, se produjo una explosión. Completamente inesperada. Que le recordó que el peligro aguardaba en cualquier momento.

Viktor describe una constante incomprensión de la situación y falta de información -y miedo- que les mantuvo allí. ¿Y si ocurre lo mismo dondequiera que vayamos? Al menos, en tu ciudad, lo sabes todo y te sientes más seguro. Y también fue aquí donde Viktor y otras familias recibieron el cuidado de la filial local de Caritas-Spes, y de su responsable, el padre Wojciech, que les llevó comida, suministros varios y les reconfortó con oraciones y palabras amables.

La policía local también les facilitó ayuda: “Había muchos sótanos de este tipo por todo Kharkiv”, recuerda Andriy, un agente de policía. “Era importante ayudar a todos. Yo quería ayudar especialmente a los niños: con juguetes, dulces, cosas calientes, para que incluso en el sótano, la infancia fuera infancia. Por supuesto, una vida así en condiciones de peligro constante tiene consecuencias negativas en la psique de los niños. Es conveniente que estos niños reciban ayuda psicológica para superar las consecuencias de la experiencia traumática.” La familia de Victor pudo finalmente regresar a su apartamento del piso 16º. Pero no tiene prisa por desmantelar su refugio en el sótano. Los vecinos tampoco tienen prisa. Después de todo, como ellos dicen, la guerra continúa y hay que estar preparados a todo.

“No sabemos lo que ocurrirá mañana. El peligro sigue en el aire y no descartamos que en algún momento tengamos que volver a escondernos allí de los bombardeos”, dice Viktor. “Cada vez que nos despertamos o nos acostamos, pensamos que este día o la noche han pasado tranquilos. Que ya no será necesario volver a bajar al sótano. Y también tenemos muchas ganas de invitar al padre Wojciech a una fiesta: para sentarnos, hablar, deleitarnos con los chebureks de mi mujer -los cocina perfectamente- y darle las gracias por todas las cosas buenas que generosamente compartió con nosotros”.

por Tetiana Kalinichenko, Caritas-Spes

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