Vida en la línea de frente en Ucrania

“Lo único que sobrevivió fue la imagen”, dijo Valentyna Dzyhim, una abuela de 79 años que vive en Chermalyk, una aldea en la línea de frente de la guerra civil en Ucrania. En la ruinas de su casa, sostiene la imagen de la Virgen y el Niño Jesús, una herencia familiar que data del siglo XIX.

“Construimos la casa con nuestras propias manos. En febrero, un proyectil cayó por el techo y lo destruyó todo”, dijo. “Estamos viejos y ahora nos hemos quedado sin el fruto del trabajo de toda una vida. Todo lo que tenemos son nuestras lágrimas. Hemos sido buenas personas, buenos padres y vecinos. No nos merecíamos esto”.

Valentyna y su esposo, Valentyn, son jubilados. Antes llevaban una vida cómoda, ahora se enfrentan a un futuro de pobreza. “Nuestra pensión no es suficiente para reconstruir. Pero no queremos irnos. Queremos estar cerca de aquí. Este es nuestro hogar”.

"Lo único que sobrevivió fue la imagen", dijo Valentyna Dzyhim, una abuela de 79 años que vive en Chermalyk, una aldea en la línea de frente de la guerra civil en Ucrania. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

“Lo único que sobrevivió fue la imagen”, dijo Valentyna Dzyhim, una abuela de 79 años que vive en Chermalyk, una aldea en la línea de frente de la guerra civil en Ucrania. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

Desde la aldea es posible avistar las tropas rebeldes pro-rusas al otro lado de la ribera. Y sus francotiradores nos pueden ver. Soldados ucranianos patrullan las calles desiertas. Sacos de arena se apilas en todas las ventanas. La guerra, que estalló en la primavera de 2014, es parte de la vida diaria.

Lyudmila Chelaka ha vivido sus 67 años en la aldea de Chermalyk, 45 de ellos con su esposo, Volodymyr. Trabajaban juntos en la granja, tuvieron dos hijos y cuatro nietos, vivían una vida sencilla.

La puerta de metal y el lado de su casa están marcados con agujeros de metralleta. “En abril cayó un proyectil. Mi esposo fue alcanzado por la explosión”, dijo. “En cuestión de 30 minutos había muerto”.

Su hijo vive en un apartamento de una habitación con su esposa y dos hijos en Mairupol, la ciudad más cercana. Vivir ahí no es una opción.

“Las condiciones aquí son muy malas. A veces cortan el gas. Mis provisiones de carbón no son suficientes para el invierno”, dijo. “Vivo con miedo constante, a nadie le gustaría vivir aquí”. Ella recibe ayuda económica y visitas de Caritas.

“La calefacción es un problema en invierno”, dijo el P. Rostyslav Sprytnyuk, Director de la Caritas local en Mairupol. “No pueden conseguir carbón y las tuberías de gas están dañadas. Algunos viven en casas que han sido destruidas parcialmente por la artillería. Algunos no tienen agua corriente, por lo que tienen que ir a pozos”.

El gobierno ucraniano no tiene recursos para ayuda y la economía ha colapsado. “Habían perdido sus empleos, por lo que no tenían dinero para medicinas, víveres y combustible”, dice el P. Sprytnyuk.

Vida en la línea de frente en Ucrania. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

Vida en la línea de frente en Ucrania. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

“Yo sé lo que es pasar frío”, dijo Maria Boyko, madre de cuatro hijos de 14, 7 6 y 1 año de edad. “El invierno pasado, no tuvimos calefacción por 15 días. Las mascotas se murieron”.

Su esposo fue arrestado en Moscú y está cumpliendo una condena de diez años. Estaba haciendo trabajo trabajos eventuales, le pidieron que llevara un paquete que contenía drogas y lo arrestaron. No podían pagar un abogado. Ella consiguió trabajo en una fábrica, pero cuando descubrió que estaba embarazada, la despidieron.

“Recibo [el equivalente a] 48 euros al mes en prestaciones”, dijo. “Es nuestra única fuente de ingresos. Al menos 36 euros se van en electricidad. Eso nos deja con 12 euros para todo lo demás. Mi bebé está enfermo porque hay demasiado frío, pero no siempre puedo costear las medicinas. Los víveres que recibimos de Caritas son esenciales”.

Si la vida de las 800.000 personas en la línea de frente, la llamada Franja de Protección o Línea de Contacto, es desolada, en los territorios en manos de los rebeldes es inimaginable.

Yelena Fomina permaneció durante los bombardeos en la ciudad de Luhansk, la más afectada, lo más que pudo. Aunque no recibía sueldo por su puesto en la universidad, sentía la responsabilidad de seguir dándoles clases a sus estudiantes.

“No había electricidad, no había comida en las tiendas y no había calefacción. Dormíamos en la ropa de invierno o encendíamos el horno de gas”, dijo. “Uno nunca veía a nadie. La ciudad quedaba a oscuras después de las 6:00 p.m. La vida ya no era humana”.

Ahora ella vive en Kharkiv, en donde es trabajadora social para Caritas y ayuda a otros desplazados. Sigue volviendo a las áreas no controladas por el gobierno. “Hay escasez de alimentos. Uno come granos. Todo es muy caro”, dijo.

“Todos los médicos y los maestros se han ido. Hay un toque de queda a las 8:00 p.m. Uno no puede obtener un pasaporte. No se puede asentar un nacimiento. Es deprimente y todo está vacío”.

"Yo sé lo que es pasar frío", dijo Maria Boyko, madre de cuatro hijos de 14, 7 6 y 1 año de edad. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

“Yo sé lo que es pasar frío”, dijo Maria Boyko, madre de cuatro hijos de 14, 7 6 y 1 año de edad. Matthieu Alexandre/Caritas Internationalis

Caritas ha sido una de las pocas agencias que ha podido cruzar a las zonas no controladas por el gobierno. “Nuestros convoyes de ayuda ayudaron a 2000 personas en las zonas rebeldes con víveres”, dijo el P. Vasyl Pantelynk, quien trasladó Caritas Donetsk a Dnipropetroysk en la Ucrania controlada por el gobierno.

En julio, los rebeldes bloquearon el cruce de la línea de frente a las agencias humanitarias. La ayuda que la gente recibió se terminó. Nadie sabe cuáles son las verdaderas condiciones humanitarias, pero muchos temen lo peor.

“Medió millón de personas siguen en Donetsk. No reciben pagos de la seguridad social, la economía está muerta, no hay escuelas, ni bancos y hay pocos hospitales funcionando. La gente está viviendo en sus sótanos”.

Caritas dice que es de vital importancia que se conceda acceso humanitario. Mientras tanto, Caritas y otras agencias les están llevando ayuda a quienes pueden.

“Es una guerra”, dijo el P. Rostyslav Sprytnyuk en Mairupol. “Yo tengo viviendo en mi casa a tres familias que huyeron de los combates. Han asesinado a algunos de mis amigos. Para mí, la congoja es personal. Tenemos que seguir suministrando esta ayuda. La gente sólo puede sobrevivir mediante organismos de socorro como Caritas”.

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