Voces de la Amazonía

“Es un momento sagrado”.

Estas son las sentidas palabras de Mario Nicacio Wapichana, un líder indígena brasileño dando la bienvenida al Sínodo de la Amazonía. Mientras Caritas Internationalis saluda a los miembros, colaboradores y amigos de los países panamazónicos que llegan a Roma, Mario expresa una esperanza compartida por el histórico encuentro:

“Para nosotros, los pueblos indígenas, el mensaje del papa Francisco significa que se está llevando a cabo acciones de sensibilización sobre todas nuestras reivindicaciones en Brasil, especialmente respecto a los derechos de los pueblos indígenas, el equilibrio de la naturaleza y la lucha contra el cambio climático”.

Sus razones son sencillas: los derechos de los pueblos tradicionales del bioma amazónico están vitalmente vinculados al futuro del ecosistema de la región y, a su vez, al de todo el planeta. El río Amazonas contiene el 15% del agua dulce del mundo. La selva tropical absorbe el cinco por ciento de las emisiones mundiales de CO2.

Así que el Sínodo nos importa a todos. Pero, principalmente y sobre todo, a quienes viven en la misma Amazonía. Caritas tiene el privilegio de trabajar con muchas de esas personas, que son reales y representan el corazón de esta historia.

La vida en
la selva

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La lucha por los derechos

A way of life worth defending: fishing in Tururukare, in the Brazilian Amazon.

La tierra como un derecho sagrado

Voices from the Amazon
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La vida en la selva

“La búsqueda de los pueblos indígenas amazónicos de la vida en abundancia, se concreta en lo que ellos llaman el ‘buen vivir’. Se trata de vivir en ‘armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo’.”

Documento de trabajo para el Sínodo Amazónico, #12

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“Vivimos en la naturaleza, nacimos en ella y somos parte de ella”, dice el tuxaua (líder) del pueblo indígena kambeba, en una aldea del Amazonas brasileño. “Esta es nuestra tierra y tenemos todo lo que necesitamos aquí.”

Rema en su canoa por el río Samauma con su hija pequeña. Tiene un largo arco y una flecha listos para pescar. Su pequeño mono mascota, Nico, se sube por su brazo y se coloca encima de su cabeza. Ella le da de comer una nuez.

“No esperamos nada del gobierno”, dice su padre. “Esa gente no entiende nuestra forma de vida, cómo criamos a nuestros hijos, ni lo hermoso que es nuestro hogar”.

Lejos de la capital del estado, accesible sólo en bote o a pie, esta pequeña comunidad indígena de 52 personas se siente remota. Sin embargo, muchos visitantes llegan de otros estados, incluso de otros países, serpenteando por los senderos del bosque y las desvencijadas pasarelas para llegar hasta aquí.

Los forasteros vienen a buscar curas del tuxaua y de su madre, Doña Teca, una partera que también practica la medicina tradicional y la salud preventiva. Muchas plantas crecen en macetas alrededor de su casa de paja, donde los clientes son bienvenidos a quedarse después de su largo viaje. A los niños pequeños se les envía a recoger hojas y raíces mientras ella da vueltas a esos remedios, en una olla enorme.

“Nuestra farmacia está a nuestro alrededor”, dice Doña Teca, señalando al bosque. “La gente viene aquí con muchos problemas diferentes. Así que hablo con ellos y los trato con las curas que hacemos”.

Estrategia de supervivencia

Ella es el motor económico de la familia, explica su hijo.

“Nuestros ingresos provienen de las medicinas que vendemos y del trabajo de mi madre. Siempre estamos buscando una alternativa para mejorar la vida aquí, para que nuestra gente no se vaya a la ciudad”.

Es una estrategia esencial de supervivencia para este grupo tribal, que en Brasil es de sólo de 1.500 personas. La selva les proporciona comida, sustento y un inagotable patio de aventuras para sus hijos.

La Caritas de la archidiócesis de Manaus apoya jardines medicinales como el de Doña Teca, en el marco de una campaña para mejorar la salud, la agricultura orgánica y la reforestación. A medida que aumentan las sequías en la región amazónica, debido al cambio climático, Caritas también trabaja con las comunidades en la gestión de manantiales, ríos y presas.

Preservar un modo de vida sostenible en la selva, frente al acaparamiento de tierras, la explotación comercial y la violencia, es difícil y se ha vuelto significativamente más peligroso con la actual administración brasileña, de extrema derecha. Sin embargo, preservar los territorios tradicionales para los pueblos indígenas puede beneficiar a todo el planeta; a nivel mundial, las comunidades forestales son más de diez veces más eficaces que los gobiernos en la prevención de la deforestación (Informe de la iniciativa de derechos y recursos).

La confederación Caritas está trabajando a nivel internacional para sensibilizar a la opinión pública. Caritas Canadá, por ejemplo, acaba de lanzar una campaña de dos años, Por nuestra casa común – un futuro para la Amazonía, un futuro para todos. Los ciudadanos presionarán a sus diputados para que actúen, las escuelas y las parroquias participarán en talleres y oraciones, y se recogerán 65.000 firmas para cartas de solidaridad a dos comunidades brasileñas amenazadas.

Doña Teca, su hijo, sus nietos, todos los kambeba, quieren la libertad de vivir a su manera, pero son muy conscientes de las amenazas que les rodean, los incendios forestales que queman el Amazonas, la presencia de leñadores y promotores despiadados. Temen por el futuro de sus hijos.

El Sínodo dirige la mirada del mundo hacia la vulnerabilidad de comunidades como éstas. Muchas ya se han perdido.

“Sólo queremos vivir en paz con nuestras familias…Sólo pedimos respeto.” dice el kambeba.

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La lucha por los derechos

La Amazonía hoy es una hermosura herida y deformada, un lugar de dolor y violencia (…) La destrucción múltiple de la vida humana y ambiental, las enfermedades y contaminación de ríos y tierras, la tala y quema de árboles, la pérdida masiva de la biodiversidad, la desaparición de especies (más de un millón de los ocho millones animales y vegetales a riesgo), constituyen una cruda realidad que nos interpela a todos.

Documento de trabajo para el Sínodo Amazónico, #23

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“Las grandes empresas se están instalando y se están construyendo casas de campo; las industrias están contaminando nuestro río”, dice Doña Terezinha, una portavoz indígena de Gavião, en el estado de Amazonas, Brasil. “Su único objetivo es la ganancia comercial”.

Su casa sobre zancos de madera, rodeada de bananos, aparece como un alegre cuadro rural. Los niños chapotean jovialmente en el río, frente a la puerta de su casa. Pero Gavião, como tantas otras aldeas de toda la región panamazónica, está asediada por intereses empresariales.

Terezinha vive más cerca de Manaus que los kambeba y las fuerzas urbanas amenazan el modo de vida de su comunidad. Sus deseables vistas al río son tentadoras para la población urbana más rica, que prefieren casas de lujo junto al agua, a una distancia razonable de la ciudad.

“Para nosotros significa que ya no podemos pescar o cazar como antes”, lamenta. “Estamos perdiendo nuestra libertad de ir y venir en nuestro propio territorio”.

La tierra como un derecho sagrado

El papa Francisco ha dicho de los pueblos indígenas: “Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado” (Laudato Si’, 146). En esta visión del mundo, la tierra no se mide por su valor económico.

“Aquí cuidamos y protegemos nuestra tierra y nuestra naturaleza”, explica Terezinha. “Todo lo que tenemos viene de la tierra”. Sin embargo, su aldea estaba teniendo problemas para conseguir que sus huertas crecieran bien, por lo que Caritas Brasil les dio una mano con la capacitación y la preparación de fertilizantes orgánicos.

Ahora tienen árboles frutales florecientes y frijoles para alimentar a la familia. Terezinha no va a dejar que le quiten todo esto en silencio. Ella, al igual que su madre y su abuela antes que ella, es una entregada defensora de la dignidad y la cultura de su pueblo.

Ella es una toda energía y nunca deja de trabajar, ya sea asistiendo a reuniones con otras comunidades indígenas, llevando la casa y la granja, haciendo artesanías tradicionales o enseñando a los niños su lengua nativa y sus costumbres.

“Queremos que se garanticen nuestros derechos como pueblos indígenas para nuestros hijos y nietos”, declara. “El gobierno ni siquiera reconoce que estamos aquí, que estamos vivos. Es una lucha dolorosa, pero debemos seguir defendiendo nuestros derechos”.

Caritas y la REPAM

Caritas ha promovido durante mucho tiempo los derechos de los pueblos amazónicos, trabajando a través de la Iglesia y de colaboradores locales, como el Consejo Misionero Indígena y la Comisión Pastoral de la Tierra de Brasil.

Somos miembros fundadores de la REPAM, una red eclesial creada para poner de relieve la situación crítica del bioma amazónico y su gente. Durante el Sínodo, la REPAM presentará un informe que documentará casos de violaciones de los derechos humanos en cinco países.

La REPAM ha sido crucial en la preparación del Sínodo. En un notable proceso de escucha, 87.000 personas de toda la región han expresado sus esperanzas y temores antes del Sínodo, y la destilación de éstas servirá de base para las discusiones sinodales.

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Crecer en la ciudad

“Un modelo económico (…) vuelve a afectar a las familias al invadir y destruir sus tierras, sus culturas, sus vidas, forzándolas a emigrar hacia las ciudades (…) Además, en la vida familiar falta el diálogo entre las generaciones, las tradiciones y el lenguaje se pierden.”

Documento de trabajo para el Sínodo Amazónico, #76-78

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Las presiones insoportables que sufren los pueblos rurales tradicionales de la Amazonía han llevado a un gran número de personas a emigrar a las ciudades. Las zonas urbanas albergan actualmente entre el 70% y el 80% de la población de la región amazónica y muchas personas viven allí en condiciones de gran vulnerabilidad.

La Caritas de la archidiócesis de Manaus les está ayudando a hacer frente a los retos de la vida urbana, a comprender sus derechos y a conservar su patrimonio indígena.

“Realmente yo no quiero que los niños pierdan el contacto con sus raíces”, dice Claudia, profesora del centro cultural Wakenai Anumarehit, apoyado por Caritas en el Parque das Tribos de Manaus, que fue el primer asentamiento índigena de la ciudad.

Claudia, que es de la tribu baré, se inscribió en la universidad a los 36 años para poder abrir un centro de enseñanza de la cultura y lengua indígenas:

“Los problemas eran enormes, sobre todo por la falta de escuelas en las cercanías. Veía a los niños dando vueltas sin rumbo y sentí que tenía que hacer algo por ellos”.

Su otra motivación era personal. Su hijo Tomás anunció un día que quería dejar de ser indígena, porque así sus compañeros de clase dejarían de intimidarlo. Ella quería que se sintiera orgulloso de ser quien era.

Este año, el barrio de Claudia comenzó su propio festival cultural y a sus alumnos les encantaba participar en danzas, rituales, música, comidas y artesanías indígenas.

“Nuestra unidad como pueblos indígenas del Parque das Tribos nos ha dado a todos fuerza”, declara Claudia. “No vamos a esperar a que las instituciones públicas nos ayuden. Lo hacemos nosotros mismos”.

En el extremo oriental de Manaus, Caritas ayuda a la maestra Omaida, que trabaja con niños de origen tikuna, la tribu más grande de la Amazonía brasileña. “Abrimos nuestro centro hace 16 años”, explica, “para proteger nuestra cultura, música y arte indígenas”.

Sus estudiantes aprenden idiomas, canciones y artesanías. Sus familias preparan y venden artesanía tradicional tikuna y adornos rituales: tocados de plumas y collares de cuentas. Caritas los está ayudando a encontrar un espacio comercial y trabaja junto a su asociación comunitaria para exigir sus derechos a la atención de la salud, la educación, una vivienda digna y empleos.

Hacia el Sínodo

En toda la región amazónica, los pueblos tradicionales están tratando de encontrar un modo de vida sostenible y conservar su identidad, ya sea resistiendo en la selva tropical o intentando una nueva existencia en la ciudad. La red Caritas está constantemente buscando nuevas formas de apoyarlos y servirlos, por lo que damos la bienvenida al Sínodo, que dirige la mirada del mundo hacia su futuro y hacia nuestro destino humano común. Como dice el Cardenal Pedro Barreto de REPAM:

“Cuidar la Amazonía es cuidar a la humanidad”.

Los obispos de Brasil nos han enviado un poderoso mensaje a todos nosotros, para que actuemos antes de que sea demasiado tarde:

“Es hora de hablar, escuchar y actuar para proteger la Amazonía, su ecología y sus pueblos tradicionales e indígenas, nuestros hermanos y hermanas. Si no nos comprometemos con esta prioridad, sufriremos una pérdida irreparable”.

Historias por Harriet Paterson. Fotos por Marcella Haddad.